lunes, 23 de mayo de 2011

En brazos de Laura




Laura ha decidido quedarse un par de días más. Tiene el bronceado perfecto de su último viaje a Seychelles. Y yo no puedo dejar de mirar con cara de caimán hambriento su descote profundo. Se acerca a mí sonriendo mientras al fondo se oye la música de la Billos: “Y me viro , y me viro, Vironay, media vuelta a la izquierda...”Me invita a bailar ese merengue que bailábamos en las fiestas del colegio. Se aprieta contra mí, se mueve con sensualidad y mi cara se hunde en su cuello. El calor de los recuerdos me invade el cuerpo. Y me giro y me giro. Su pecho se aprieta contra el mío y sus piernas se enredan entre las mías. Y me viro, y me viro, Vironay. Me pregunta al oído: ¿recuerdas cómo nos gustaba este merengue?. Cómo no recordarlo si esa noche de mediados de julio poco antes de graduarnos por bailar con ella mi novia de entonces me dejó. Pongan atención, señores, lo que les voy a contar cómo nuestro merengue se debe bailar. En fin, que esa noche seguí bailando con Laura toda la fiesta y luego nos fuimos al Chiquito, detrás de la Clínica del Country a comer hamburguesas y tomar malteadas de fresa mientras nos besábamos, tocábamos y curioseábamos como nunca antes hubiera pensado que se pudiera hacer. Y me viro y me viro y me vuelvo a virar. Esos juegos eróticos en un Renault 6 no eran muy fáciles, pero hay que reconocer que la gana nos hizo muy creativos. Aunque amanecí al otro día con el cuello torcido y una sonrisa de oreja a oreja. El perfume de Laura es perfecto. Sólo se huele al acercarse a su cuello y te llega como una llamarada de deseo que te sube desde la ingle hasta la espalda y no quieres soltarla nunca. Laura sigue cantando un pasito adelante un pasito para atrás con su cara pegada a la mía. Ardo. Soy feliz. La Billos era la orquesta predilecta de los setenta. Puro merengue. La pareja un poco al lado dándole vista al galán. El tiempo se ha detenido en la sala del apartamento mientras la música gira alrededor de nosotros y el tiempo ha perdido su rumbo y nos mira sorprendido. Y me viro y me viro, Vironay. Nuestros cuerpos están fusionados en un sólo movimiento sensual y armónico. Our souls are blended in this eternity, me dice casi en un susurro mientras me besa el cuello. Se eriza mi piel y la imaginación. Es que Laura desde que dejo Colombia a comienzos de los ochenta vive de fiesta en fiesta y de rumba en rumba con esa generación light de seres perfectos, ricos e inteligentes que siempre está con un pie en el avión para volar al siguiente lugar donde el mundo es only for us. Pero ella, amiga coqueta y leal, cuando pasa por Francfurt, se sube al tren y en dos horas y media está tocando en la puerta del apartamento. Yo con cara seria dejo que en mis ojos las estrellas del deseo surquen el cielo de mis fantasías. Así que hace dos días Laura está de visita. Yo tenía que terminar un par de textos y Laura quería descansar de la trasnochada de anoche por la zona sur de Colonia donde los bares latinos abundan y se puede comer criollo, bailar y dejar por un momento esa sensación constante de ausencia que tiene el exilio. Un pasito pa lante, un pasito pa tras. La canción se repite y repite mientras nuestros cuerpos están tan pegados que puedo sentir su corazón acelerado. No puedo evitar besarle el cuello. Ríe y me dice necio. Sigo dándole besos. Uno tras otro los besos se van quedando en su piel. Este es mi merengue, compadre. Damos vueltas por el cielo y por nuestros sueños. El apartamento es todo nuestro. Le digo sin pensar te quiero. Loco, mire que de pronto me caso con usted. Sólo río y giro con un poco más de fuerza para que ella se apriete más aún si se puede. La tarde con su luz roja de otoño aumenta nuestra sensibilidad. Pero Laura no sería Laura si en ese momento no me hubiera preguntado con toda inocencia ¿Cierto que eres honesto, no por ética o principios, sino por falta de oportunidad?

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