martes, 11 de diciembre de 2012

Charla con Laura














-En el amor es como con el cometa Halley que pasa cada setenta y seis años y es posible verlo desde la Tierra por un momento. Si tú no sales en el instante, la hora y el día exacto en que es visible, sólo lo podrás volver a ver dentro de 76 años. Lo que te quiero decir es que ella se perdió la oportunidad de ver el cometa Halley que pasó por su vida. Tú ya me entiendes- me dice Laura a través del teléfono.

Sí que la entiendo, pienso mientras miro la nieve cubriendo de blanco el jardín. Me encanta ver el frío de la calle mientras estoy protegido detrás de la ventana en el calor de la casa. Laura me ha llamado desde París para avisarme sin preguntar que viene a visitarme. Después de casi dos años sin hablarnos, regresa a mí. Como el cometa Halley, pienso y sonrío.

-Sabes que siempre leo lo que publicas. Me gusta pensar que todo lo que escribes es pensando en mí como antes lo hacías. Ya sé que no es así, pero me gusta sentirlo así. Me di cuenta de que ahora último tus escritos han regresado a la tristeza, a la soledad. Me imagino que alguna ella te tiene así. Te conozco como si hubieras sido mío toda la vida. Es más creo que aún eres mío. De alguna manera el amor entre los dos nunca ha dejado de existir. Bueno, este fin de semana viajo a Colonia y nos podemos encontrar y charlar de los viejos buenos tiempos y de los nuevos difíciles tiempos.

Esta es Laura directa, clara y transparente. Al pan pan y al vino vino. Por eso me gusta desde hace tantas vidas. A mi cuerpo lo recorre una ola cálida de agradecimiento, de ternura. Me siento querido y protegido. Laura viene a verme. Y yo voy a ir a verla. Nunca dejaré de amarla.

-Me duele cuando te hacen daño. Te siento mío. Es así; creo que eres mío, que sólo eres para mí. Ya sé que no es así. Pero a ti no te desagrada que lo sienta. Estoy en París por un par de días y de negocios y de rumbas. Pero no me resistí a la tentación de llamarte y de ir a verte. Necesito verte, porque contigo me siento segura y bien. No te rías que es cierto. No todo es dinero, lo más importante es afecto, amor. Y yo lo sigo sintiendo sólo contigo. Me estoy declarando de nuevo. Lo siento. Pero no lo siento. Voy a verte y charlaremos de lo divino y humano que ha pasado en nuestras vidas desde la última vez.

Sigue nevando afuera y hace frío. El que se inventó la calefacción sabía qué es lo que necesitamos cuando el alma está triste. Decir el alma me causa gracia. Cuántos términos religiosos usamos en nuestro lenguaje diario. El catolicismo impregna nuestras vidas. Creyentes, agnósticos y ateos, todos estamos determinados por la religión. Lo cual no implica que seamos creyentes. Supongo que la pregunta exacta que se deben hacer los creyentes es si dios cree en ellos. Y lo dudo.

- No quiero que te sientas triste o dudes de ti. Sabes que eres maravilloso. De ti lo que más me gustaba era esa manera tan extraña, divertida y sincera de enfrentar la vida, los reveses y las derrotas. Para ti la vida siempre parecía sonreír con especial generosidad. No le tenías miedo ni siquiera al éxito. Me estoy burlando de ti. No mires así. Ya sé la cara que estás poniendo. Sabes lo que quiero decir.

Quieres decir que desde lejos notas que estoy mal y vulnerable. Me siento más chiquito de lo que soy. Nunca me ha gustado que los demás se apiaden de mí. Detesto mostrarme vulnerable frente a los otros. Pero bueno contigo todo es diferente. Eres un ancla que me ata a la realidad y al afecto. Eres mi amor.

Leo ese poema de Jorge Guillén que dice:

Este volver a empezar
cada jornada sin ti,
esta sensación de mar
que navego y ya perdí...“

y así me siento en este momento en que no sé por qué me está dejando, se va olvidando de mí. Sus palabras lo niegan pero los hechos lo confirman. No me refiero a Laura, pienso en ella, en ese amor de hoy que parece casi ayer.

-No me gustan tus silencios. Amo tu risa fuerte, contagiosa y ruidosa de cuando estás bien. ¿Recuerdas cuando en San Andrés le dimos la vuelta a la isla a pie? En San Luis nos sentamos en un restaurante local y comimos la mejor langosta que haya probado. Si mal no recuerdo lo mejor fue el momento que juntos vivimos. Fue perfecto. Hablamos poco. Dejamos que nuestras miradas y manos hablaran por nosotros. Nunca te sentí tan cerca.

Lo recuerdo y sí, nunca me sentí tan cerca a ti. Pero también recuerdo que al final del viaje te fuiste del país y en veinte años no nos volvimos a ver. Ni una carta, ni una llamada, nada. Sólo el más doloroso y duro silencio. Y ahora me pasa algo similar. Cada vez se asemeja más a ese abandono. Ella no me ha abandonado, pero lo hará. Lo sé. Los hechos están ahí. Lo malo o lo bueno de la vejez es que no nos permite ilusionarnos. La vejez no engaña.

Amar sin medida y de tanto amar, agonizar y no morir nunca. Esa es la tragedia de quienes amándose ya tienen otra vida: encontrar el gran amor cuando ya otros han echado raíces en su corazón.

No ha dejado de nevar en Bonn. La voz con ese ligero y adorable acento extranjero de Laura sigue sonando en mis oídos. Después de tantos amores, de tanto tiempo, de tantos olvidos y horas perdidas, ella sigue siendo lo más parecido a una amiga. Pero la amo demasiado para ser sólo mi amiga.











lunes, 12 de noviembre de 2012

Vuelve el otoño









El cielo está azul, frío y esplendido. Ha llegado el momento de decirle adiós al sol y a los mil colores del verano.

El otoño y mis alegrías caen a un mar en calma de hojas amarillas, doradas y rojas que inunda las aceras, las calles, los jardines y mis sueños.

Es la despedida de los alegres verdes. El verano se aleja y sólo regresará cuando ya no seamos sino sueño en el sueño del otro.

Ahora nado en un mar de recuerdos del último verano que fue nuestro. Verano enamorado de la vida y de los dos.

Vuelve el otoño y sé que nunca más volverás a verme. 
Y yo nunca seré de nuevo el que fui contigo.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Juego de azar





Para MELP con amor


Tantos siglos,
tantos mundos,
tanto espacio
...y coincidir.”

Alberto Escobar


Camino la noche con una luna silenciosa observando cómo cierro los ojos para verte. Camino esta noche de un extremo al otro por los caminos que he ido dejando en tu memoria.
Mientras camino te veo siempre junto a mí. Te veo jugando de niña en la playa, en las rodillas de tu padre, en tu coche viajando a Perpignan, abrazando a tu hijo recién nacido, dictando clase, haciendo monerías mientras esperas a que yo descubra que eres el amor de mi vida.

La vida es una apuesta que no sabemos que hemos hecho. Una apuesta constante contra las mil y una posibilidades de que lo improbable también suceda.
Por eso al verte por primera vez - una vida llevaba buscándote- le aposté a amarte para siempre. Y sucedió que habías apostado también a adorarme para siempre.
Nadie sabe que la vida también apostó por nuestro amor.

Camino una vez más esta noche de luna llena por nuestra vida. Pero no estoy solo, porque vas conmigo.
Mientras me alejo de la noche, sé que cada cual tiene el azar que se merece.

martes, 2 de octubre de 2012

Me ha hecho poeta la vida.






Escribo, porque me gusta leer. La lectura me llevó a la escritura. El deseo de mejorar o cambiar las historias que leía y que hubieran podido ser narradas de otra forma o escritas con otras palabras, me hizo empezar a escribir las cosas como las sentía o veía. Estaba comenzando mi largo camino hacia la poesía. 

Cuando ya se lleva un largo tiempo de lector, hay un momento en que se siente la necesidad de escribir las historias que pueblan la mente de uno y que quieren volverse palabra. Es en ese momento en que empecé a ser escritor.

Llegué a la poesía más por azar que por desearlo. Así también he hecho con toda mi vida. Podría parecer un caos, pero no lo es. Envidio a las personas que saben qué quieren en la vida. Yo soy de los que sé que no quiero en la vida. Lo demás me ha llegado o pasado de largo sin saber yo muy bien porqué.

Mi primer contacto con la poesía fue más bien negativo. En casa de una tía abuela en los cumpleaños un tío con ínfulas de declamador recitaba los poemas de Lorca. Y yo un niño de siete años sentado en las escaleras cercanas a la sala donde mi tío declamaba, en compañía de mis primos luchaba por no morir de risa. Esa forma de expresarse nos parecía increíble y absurda.


En la adolescencia con un amigo descubrimos a Becquer y sus sonetos. Estos nos sirvieron para describir y entender los primeros amores que tuvimos. Fue una delicia soñar con ellas y leer los poemas de Becquer.

Como dijo Miguel Hernández "Me ha hecho poeta la vida".

martes, 25 de septiembre de 2012

Los salarios de los congresisitas del país más injusto de la región.







¿Cuánto nos cuestan los congresistas en Colombia?


1º- Sueldo básico de un Congresista: $5.088.646.oo, mensuales.
2º- Gastos de Representación de un Congresista: $9.046.485.oo, mensuales.
3º- Subsidio de vivienda de un Congresista: $5.496.999.oo, mensuales.
4º- Prima de bienestar y salud de un Congresista: $ 1.413.508.oo, mensuales.

Total devengado: $21.045.638.oo, mensuales. (Veintiún millones, cuarentaicinco mil seiscientos treintaiocho pesos).

Es importante resaltar que la anterior cifra no incluye:

1º- Prima de mitad de año
2º- Prima de Navidad
3º- El nombramiento de un equipo de colaboradores, como mí­nimo cinco, dentro de las llamadas: UTL, Unidades de Trabajo Legislativo.
4º- Esquema de Seguridad
5º- Tiquetes aéreos nacionales e internacionales.
6º- Servicios de telefoní­a nacional e internacional.
7º- Derechos de franquicia nacional e internacional.
8º- Un vehí­culo blindado con conductor, libre de combustible.

Según el columnista Uriel Ortiz Soto, en su artí­culo "Cuánto cuesta un congresista", del diario El Espectador, un congresista teniendo en cuenta las variables anteriormente nombradas, cuesta un total $83.333.333.oo mensuales a los contribuyentes, es decir a usted y a mí­.

Tomando como base esta cifra, anualmente un congresista cuesta aproximadamente 1.000.000.000 (mil millones de pesos) y teniendo en cuenta que su periodo de estancia en el congreso, es un cuatrienio, serí­an4.000.000.000 millones de pesos (cuatro mil millones de pesos), el costo total de un solo congresista para los contribuyentes.


Por otro lado, en Colombia el salario mí­nimo en el 2011 es de 535.600 pesos y el subsidio de transporte es de 63.600 pesos. Haciendo una simple división encontramos que con el sueldo de UN congresista ($21.045.638.oo) se le podrí­a dar trabajo a 39 trabajadores colombianos (recordemos que son 268 congresistas y hagamos cuentas).


Datos tomados de http://www.revistagobierno.com/portal/index.php/economisa-y-negocios/ambito-nacional/5634-especial-el-costo-de-los-congresistas-colombianos








Quién es pobre y quién es indigente en Colombia? 
  • Se considera indigente una persona cuyo ingreso mensual esté por debajo de $120.588. 
  • También se considera pobre un hogar conformado por cuatro integrantes, cuyo ingreso mensual se ubique por debajo de $1'125.536. 
  • Ese mismo hogar se clasifica en la categoría de indigente si su ingreso mensual es inferior a los $482.352, según el informe del Mesep, que integra El Dane.


Pobres e indigentes 

Los pobres en Colombia suman 19'899.144, en tanto que las personas que están sumidas en la pobreza extrema o indigencia suman 7'159.172. 

Así mismo, la desigualdad, medida a través del Coeficiente de Gini, bajó de 0,589 en 2008 a 0,578 en 2009. 

La ciudad con mayor número de pobreza es Manizales, con 45,4%. Bogotá tiene 22% de pobreza. La ciudad con menor pobreza es Bucaramanga. De igual forma, la ciudad con mayor pobreza extrema o indigencia es Manizales, con 11,7%. Bogotá tiene 4,1%. La que menos registra este fenómeno es Bucaramanga con 2,2%. 

El informe destaca que las reducciones más importantes de pobreza, entre 2008 y 2009, se presentaron en Bucaramanga, Ibagué y Manizales, mientras que Pasto, Pereira y Cali presentaron los más altos incrementos. 


Datos tomados del periódico El País de Cali.




























lunes, 24 de septiembre de 2012

La vida consiste en escapar de una celda que odiamos







 „La vida consiste en escapar de una celda que odiamos, hacia otra que todavía tenemos que aprender a odiar”.
Franz Kafka



Resulta que uno sabe que la felicidad siempre está de paso. Que se va apenas está llegando. Que la vida es lo que sucede mientras regresa la felicidad. Que uno no puede hacer nada para encontrar o evitar la felicidad.
La sabiduría es algo que el tiempo le regala a uno a punto de tristezas. Las decepciones son la suma de recuerdos que nos deja la vida. Lo único cierto es que todos sin excepción no somos felices por mucho tiempo. Vivimos pensando en ella, pero ella vive pensando en irse.
Todos tiritamos de tristeza mientras reímos. Salimos de rumba para ver si la felicidad se apiada de nosotros y nos saca a bailar. Pero no, la felicidad no visita esos antros de mala muerte donde con afán la buscamos.
Así que hoy me he despertado con esa tranquilidad que da el saber que la felicidad es como la lotería: nunca le toca a uno. Pero que a otros parece que sí les ha tocado. Desayuno leyendo el periódico. Siempre dicen lo mismo y los temas se repiten año a año. El periódico por eso se puede leer cuando uno quiera que siempre es de actualidad.
Desayuno café y croasán como todos los días. La rutina es mi forma de vida. Me salva de tener que pensar. Pensar es a ratos una tortura. Imaginarse el mundo que hay fuera de uno puede ser doloroso. Me gusta quedarme agazapado dentro de mí y observar todo de lejos, desde la comodidad del que sabe que nada ni nadie lo toca. Las tragedias, los muertos, las bajezas son siempre iguales. Los seres humanos no cambiamos. Cambia la tecnología.
Con el amor nunca he tenido suerte. Muchas promesas, sonrisas y besos, pero nunca nadie me tomó de la mano por más de un par de días. No creo que el amor sea la solución de la vida. Más bien es un problema para la vida. No lo digo con amargura. Lo digo, porque es lo que he visto en los días de mi vida.
La felicidad es una quimera, es una fiesta a la que uno nunca está invitado. Es el otro lado de la realidad.
El amor es una estación, pero no el viaje. La felicidad que trae el amor se va de repente. Con el tiempo he aprendido a saber desde antes en qué momento el amor se ha despedido de mí aunque siga ahí mirándome con ojos enamorados.
Resulta que hoy me he levantado dispuesto a vivir sin la felicidad, porque hay muchas cosas que hacer y lo que yo no haga, nadie lo hace. 
No me dan ganas de escapar de mi destino.


martes, 4 de septiembre de 2012

La soledad nos habita









La soledad está aquí, entre nosotros, somos nosotros. En ti, en ella, en él, en ellos, en mí, en todos. Al principio de la vida, durante y al final de ella nos acompaña no importa donde estemos, adonde vayamos, cuan rápido andemos o cuan despacio vivamos. La soledad nos habita. Allí está ella, nuestra soledad. Nuestra única y verdadera compañera de la vida. Nuestra mejor amiga. 



La soledad es a veces lluvia que cae en mitad de los sueños  o un sol abrazador de verano que asfixia la tristeza de la tierra. Es una ciudad con sus mil ruidos, su sinfín de colores y el bullicioso espectáculo de la vida que nos envuelve. Es una flor en un mundo de flores. Es una gota de agua en el mar. Es una mariposa en el árbol o el último pájaro de una bandada en vuelo hacia al sur a finales del otoño. Es una playa interminable de arena fina frente al mar Báltico y son todos los días monótonos que pasan de largo frente a nosotros en algún momento de la vida.

La soledad es ese instante en que mi memoria despierta en ti y te devuelve a la vida; y me recuerda el placer de ser tuyo, la alegría de mi piel bajo tus manos y la emoción de volverte a ver. En mí hay  sueños que no te olvidan y me tienen condenado a sentirme solo. Solo en medio de la soledad.

El tiempo es eterno








El tiempo es eterno. Nosotros somos pasajeros, efímeros y fugaces. No alcanzamos a llegar, cuando ya nos vamos. Siempre estamos partiendo. La llegada es la partida. 

Todo lo que logramos lo volvemos a perder. Por un instante nos es dado la felicidad, el éxito, la gloria y el amor. Luego, todo se va, se acaba, se transforma, se disuelve. Y ya no es. Así es nuestra vida. 

Pero el tiempo queda. Enorme, inconmensurable, eterno, ilimitado. El tiempo es espeso, denso y nos envuelve del todo hasta aplastarnos. 

El tiempo nos deshace. Nos devuelve a la nada. Nos recuerda que estamos acá por un instante de amor y nada más. 

miércoles, 29 de agosto de 2012

El extranjero y la libertad






Yo no comencé a ser extranjero en Alemania. Empecé a ser extranjero desde muy niño. Al sentir que entre los otros y yo había una frontera invisible, una línea divisoria entre la forma en que yo percibía el mundo y la de los otros. Donde más a gusto me siento es en mí mismo. Ese inmenso territorio que es mi mente es mi verdadero hogar. Es el único lugar del universo donde no me siento extranjero. No es que no me gusten los otros, al contrario, me encantan. Pero hasta cierto punto. Y es en ese punto en que comienza la frontera entre ellos y yo. A mi yo sólo entran, y solo a ratos, los que conmigo son. Los demás que, también respeto y estimo, esa multitud que conforma la mayoría, me hacen sentirme extranjero entre ellos. Aunque hable la misma lengua, coma lo mismo, sienta de manera similar y en mi mente habiten los mismos sueños, miedos, incertidumbres y experiencias, no somos iguales. Hay diferencias. Una de ellas es mi imposibilidad de aceptar como legitima la autoridad de otro. La única autoridad que respeto y acepto es la autoridad que nace del conocimiento, del dominio de un oficio, de un arte o de un tema. Y aun así el derecho a disentir permanece. Porque nunca debemos olvidar que la equivocación es connatural al ser humano. Ahí es donde me vuelvo extranjero, en ese momento en que alguien que tiene autoridad quiere obligarme a aceptar su verdad, no porque tenga razón,  sino porque ella o él tienen poder. La mayoría se siente a gusto con esa forma tan arraigada de convivir. Yo no. No soy inferior a nadie ni superior. 

Tengo el deber, más que el derecho, de vivir en mis propios términos y, si alguien quiere obligarme a cambiar mi manera de pensar y de vivir, se enfrentará a mí y a mi capacidad de argumentar, de razonar y de ver el mundo. No siento que los seres humanos seamos libres. La libertad nos sirve de meta conceptual inalcanzable para buscar ser más nosotros. Tampoco he sentido por ello que seamos esclavos. Más bien es que nacemos limitados y está en nosotros agrandar el espacio mental en el que nos podemos vivir. Esa es la única libertad que pienso realizable.

Rechazo con todas mis fuerzas esa libertad que esgrimen algunos para esclavizar a otros, para robarlos, para matarlos, para dar rienda suelta a la barbarie a nombre de la libertad. Todos sabemos quiénes son. Por ello no es necesario citar nombres. Sólo hay que leer la prensa de vez en cuando y encontraremos a esos predicadores de la libertad.

sábado, 25 de agosto de 2012

El regreso del poeta













Llegué de noche a Lesbos. Con cielo despejado y el universo mirándome desde las estrellas. La isla emergía desafíante del mar -como en el tiempo de los alceos- frente a la costa de Turquía. Parecía que quisiera comérsela. El Mar Egeo negro y ciego gemía una y otra vez contra la costa. Volvía a la isla cargado de tristeza, incertidumbre y enamorado.

Mitilene dormía. Sus calles y casas también se habían desocupado y reposaban silenciosas esperando el nuevo día. No se oía nada salvo mi soñar. Llevaba en mí la imagen de una mujer hispalense de ojos como atardeceres y piel suave como los vientos entre los olivares.

Había abandonado la vida que había llevado por mucho tiempo y decidido seguir mi destino, y ser poeta. Regresaba a la isla en busca de sosiego e inspiración para volver palabra lo que que había visto y sentido en ese viaje incierto que es la vida. Volvía a la isla por mí, por los dos. Aunque ella me soñaba a orillas de otro mar. Mientras caminaba en mi mente resonaban las palabras del Talmud.

Si yo no soy para mí mismo.
¿ Quién será para mí?
Si yo soy para mi solamente,
¿ quién soy yo?
Y si no ahora ¿ cuándo?”

Con ellas me daba valor, porque no hay nada que produzca más miedo que ser uno mismo. Al fin, ser uno mismo. No ese vivir como si lo que nos es impuesto fuéramos nosotros. Sino dejar de  ser lo que no fui, soy o seré, y al fin vivir, vivir lo que soy: un poeta.

martes, 31 de julio de 2012

Mis años en el Colegio Andino






El Colegio Andino quedaba en la Once con 82. Sí, donde es el Centro Andino de Bogotá. Yo estuve desde kinder hasta graduarme en ese colegio. No conocí otro mundo distinto al que sucedía detrás de sus muros. Para mí fue una experiencia determinante desde el primer día de colegio en que pensé que papá jamás volvería por mí y lloré durante mucho rato. Ese día oí por primera vez que los hombres no debíamos llorar. También en kinder me enamoré de mi maestra, Tante Lucía. Mamá me cuenta que quería llevarle todos los días una caja de chocolates.

En el Andino oí por primera vez una grosería. Recuerdo que un compañero que estaba jugando bolitas de cristal y hacía trampas me insultó diciéndome que me iba a echar un gargajo si decía que hacía trampas. Después en el carro con papá le pregunté que qué quería decir gargajo y se molestó. Pero insistí porque quería saber qué era eso. Y me explicó.

El colegio estaba dividido en dos partes separadas por una malla. De un lado estaban las mujeres y del otro los hombres. Una de mis primeras y más audaces aventuras fue pasarme al otro lado con mis amigos y llegar al otro lado. Caminamos entre las niñas, nos desconcertamos de nuestra propia audacia y nos devolvimos a nuestro lado con una sensación de audacia y frustración. Las aventuras de la infancia suceden en gran parte en nuestra imaginación.

De chiquito nos obligaban a los zurdos a escribir con la derecha. Nunca lo hice. Cuando pasaba la maestra mirando cómo escribíamos, yo me hacía el que escribía con la derecha y después escribía rápido con la izquierda.

No entendía el alemán ni para qué servía. No entendía a mis maestros ni me interesaban. El colegio nunca me gustó. Sigo pensando que no compensa lo aprendido con los años perdidos y tanto mal momento.

Fui durante muchos años el mejor en matemáticas, geografía e historia. Pero nunca estudiaba para alemán. Idioma de bárbaros, que me producían más temor que respeto. Y tenía razón. Vi tantas veces como pegaban, gritaban y humillaban a mis compañeros. También fui cacheteado por una “maestra “y otro profe de gimnasia me cogió de la camisa y me tiró al piso por hablar en clase. Odiaba a los alemanes y su estúpida forma de mal educar.

Repetí dos años por perder alemán. Yo quería que mamá me sacara del colegio y me pusiera en otro. No quiso. En el colegio descubrí que pensar por sí mismo no era bueno. Sólo los que seguían las órdenes al pie de la letra tenían buenas notas.Aprendí a vivir dos vidas paralelas: el colegio con sus “injusticias” y arbitrariedades diarias y la lectura, mi pasión, mi vida y ese universo donde yo era importante.

Mi primer gran amigo del colegio fue Álvaro Pablo Ortiz. Nos gustaban los libros, la Segunda Guerra Mundial e ir los sábados al cine Santafé a ver dos películas. Casi siempre eran de guerra o de romanos. Era el plan más genial que existía. Nos sentábamos en primera fila para poder ver y la primera película comenzaba a las dos de la tarde. Entre película y película comíamos papas fritas con CocaCola. Ortiz -siempre nos llamamos por el apellido en el colegio- y yo nos pasábamos horas y horas hablando de los libros que leíamos. Él era a los diez años un excelente pintor expresionista. Después lo sacaron del colegio. Afortunado él. Lo volví a ver en 1975 en Madrid. Nos encontramos un par de veces y después cada uno siguió su vida. Ahora es profesor de historia en la Universidad del Rosario.

Mi otro gran amigo del colegio fue por un tiempo Eduardo Aristizábal, que era aventurero y divertido. Con él nos íbamos a ver las chinas del Sagrado Corazón. Tenía una cantidad de amigas. Yo era más tímido. Pero despúes se aficionó de tal forma al budismo que nuestros caminos se fueron alejando. Un par de veces lo vi en Bogotá y no sé qué será de él.

Pero mi gran amigo y amigo para siempre se llama Ricardo Uribe. Nuestras familias eran amigas de toda la vida. Nos conocimos en Barranquilla a los siete años. No me podré olvidar nunca de haber hecho un tanque de guerra para jugar en la mitad de las sala. Pero para poder hacerlo, cortamos el tapete y así asomarnos por la escotilla. Se imaginarán a nuestros papás lo felices que estarían.
Después no nos vimos hasta que su familia regresó a Bogotá. Fue en Tercero de bachillerato que nos hicimos amigos de verdad. Fue amistad en la primera cita. Yo cogí una buseta en la autopista para la casa y él estaba sentado atrás. Nos pusimos a charlar. Me invitó a su casa y hasta hoy seguimos siendo los mejores amigos. 

sábado, 14 de julio de 2012

La noche me desvela






 A mí la noche me desvela. Después de tantos años yo mismo sigo siendo el tema principal de mis pensamientos nocturnos. Aunque me interesan los demás y casi todas las cosas que pasan, vuelvo al tema eterno de la vida: mi vida.

Es curioso que ni yo mismo sepa bien cómo soy. Sé mejor cómo no soy. Es decir, qué cosas no me gustan. Pero sigo siendo una sorpresa para mí en lo bueno y en lo malo. La verdad tampoco sabría hablar de cosas que no conozco, que no he vivido o he soñado.

Desde mi punto de vista, el universo soy yo y el mundo gira alrededor mío. Cuando me duermo, que casi siempre es al amanecer, dejo el mundo y me voy a mis sueños donde otro yo, muy parecido a mí, que vive su propia vida paralela. A veces parecida, pero nunca igual a la mía.

La noche es un viaje al mundo de los pensamientos, de los recuerdos de las emociones, de las sensaciones acumuladas en desorden y por imágenes en mi memoria. En ese laberinto de olvidos que son los recuerdos que vamos dejando de lado o que una y otra vez volvemos a revivir. Recuerdos que de tanto usarlos no son lo que eran. Quizá ya no sean el recuerdo de un hecho, sino el recuerdo, el olor o el sonido de algo que sucedió en el pasado, pero que no fue como ahora lo recuerdo.

Cada noche regresa a mí la desordenada vida y muerte del sinfín de hechos y sueños y miedos que nos forman y deforman constantemente. La vida no es vida si no hay recuerdo. Y los recuerdos no es lo que sucedió, sino lo que en la mente queda de cosas que sucedieron o tal vez no.

Me gusta dormir. Ese maravilloso instante en que soltamos amarras de la realidad y ponemos rumbo a la singladura por nuestra mente libre y espontánea. Dejamos que el azar sea el navegante de esa Odisea -ese regresar al hogar primero- que cada noche se repite por primera vez de nuevo. Es la aventura de rehacer una realidad que nunca ha existido, pero que en mi mente es la única realidad.

Siento, siento todo con intensidad, con alegría o miedo ese viaje a bordo de un yo tan parecido a mí, que podría jurar que soy yo. Hay imágenes que regresan a mí una y ora vez. Y siempre al despertar sé que esos lugares, sitios de mi otra vida, en ésta no son. Aunque en el sueño son. Vivir la noche clara de los sueños es un viaje que no termina. Para en el puerto seguro de la realidad y se reanuda cada vez que nuestros ojos se cierran y ese otro yo toma el mando de la otra vida y me lleva por mares conocidos y peligrosos, o serenos y seguros. 

La noche me encuentra una vez más entre tus sueños.