jueves, 5 de abril de 2012

La princesa y la lagartija







Para mi amor


En otros tiempos perdidos en la memoria de la tierra, habitó el sur de la península un pueblo de seres perfectos que se dedicaron a vivir en paz con el universo. Cuenta la historia que un día nació una princesa diferente a los demás. Una princesa que venía bendecida por el sol, el dios de la vida.
Desde que empezó a dar sus primeros pasos la princesa quiso descubrir el mundo que la rodeaba. Fue más allá de las propias fronteras de su reino y descubrió que detrás del horizonte la vida también florecía, que el mundo no era un solo mundo sino muchos mundos. Aprendió las lenguas que hablaban los habitantes más allá de las planicies y supo que la vida se podía ver de muchas maneras.
Aprendió que la vida era ella. Corría desde tempranas horas por los valles floridos, trepaba montes y bajaba a las cuencas de los ríos, subía a las ramas más altas de los árboles y mientras descansaba o comía algo, observaba las tierras que todavía no conocía. Se sentía atraída por lo desconocido.
En el primer verano lejos de su casa, se inició en el ritual de la vida , que por esos lugares era conocido como el baile de la lagartija. El pueblo que la recibió era pequeño y sus moradores seres cálidos y trabajadores. Cierto día a los alrededores del pueblo llegaron miles de lagartijas. Venían de toda la península. Regresaban al lugar de la primera pareja de lagartijas. Y allí en el lugar de origen de ellas se enamoraban de otras lagartijas y durante varios días se dedicaban a amarse para que a través de ellas siempre hubiera lagartijas. Los del pueblo para evitar hacerles daño saltaban de un lado a otro durante ese tiempo. Con el tiempo esos saltos, la alegría del verano y la abundancia en comida convirtió esos saltos primeros en un baile sagrado, en un ritual de la vida, en un canto a los dones y a la generosidad de la vida con las gentes de ese pueblo. No sólo las lagartijas se amaban, sino la gente del pueblo y el lugar florecía hasta convertirse en un jardín maravilloso. La princesa participó con los pobladores en el baile de la lagartija. Fue feliz una vez más.
Supo entonces que la vida era vida cuando se compartía con otro, cuando otro era parte de uno.
Desde ese día la vida tuvo más sentido y aprendió a oír las voces secretas de la naturaleza. Cada árbol, flor, animal o piedra que se encontraba tenía una historia que contar. La vida se narraba a sí misma. Los demás eran parte de uno. Ella fue también parte de ellos.
Un día escuchó decir a unos caminantes que pasaban de regreso al sur, a su tierra, que más allá del caudaloso río un hombre de barba y que venía del otoño hacía que las cosas cobraran vida, nueva vida a través de las palabras.
La princesa partió hacía el río caudaloso y llegó al atardecer cuando el sol y el cielo se volvían del color de ella. Durante el tiempo que duró la puesta de sol, ella permaneció en silencio absorta en sentir como el universo se acercaba a ella, la tomaba en brazos y la devolvía a su origen. En ese instante podía hablar con sus antepasados, con los seres amados que antes que ella habían regresado a la luz. Sintió que su corazón se aceleraba, oyó como sus antepasados le hablaban para que siguiera el latido de la tierra, la respiración de la vida y fuera en busca de las palabras que daban nueva vida a las cosas.
Al amanecer, después de sumergirse en las aguas cristalinas del río y nadar hasta la otra orilla, se dirigió hacía Las montañas del horizonte, donde se decía que estaba el hombre que venía del otoño. Caminó varios días y en la noche durmió en compañía de los seres del bosque, sus amigos.
A la mañana siguiente, al adentrarse en un bosque, oyó la voz de un hombre que hablando su misma lengua la pronunciaba de otra manera, de una manera extraña pero agradable a sus oídos. Se detuvo a escucharlo y su corazón le dijo que él era el elegido, su elegido, el hombre con el que estaría para siempre, su compañero en el baile de la lagartija.
Él la miró y le dijo -Te estaba esperando-.
La tomó de la mano y desde ese día ya no fueron dos sino sólo uno. Dicen que en ese momento en muchos lugares del mundo bailaron las lagartijas.

1 comentario:

  1. Qué historia tan preciosa. Siento en ella las señales que me envía mi madre. Él está por llegar.
    Serena

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