Para mi amor
En
otros tiempos perdidos en la memoria de la tierra, habitó el sur de
la península un pueblo de seres perfectos que se dedicaron a vivir
en paz con el universo. Cuenta la historia que un día nació una
princesa diferente a los demás. Una princesa que venía bendecida
por el sol, el dios de la vida.
Desde
que empezó a dar sus primeros pasos la princesa quiso descubrir el
mundo que la rodeaba. Fue más allá de las propias fronteras de su
reino y descubrió que detrás del horizonte la vida también
florecía, que el mundo no era un solo mundo sino muchos mundos.
Aprendió las lenguas que hablaban los habitantes más allá de las
planicies y supo que la vida se podía ver de muchas maneras.
Aprendió
que la vida era ella. Corría desde tempranas horas por los valles
floridos, trepaba montes y bajaba a las cuencas de los ríos, subía
a las ramas más altas de los árboles y mientras descansaba o comía
algo, observaba las tierras que todavía no conocía. Se sentía
atraída por lo desconocido.
En
el primer verano lejos de su casa, se inició en el ritual de la vida
, que por esos lugares era conocido como el baile de la lagartija. El
pueblo que la recibió era pequeño y sus
moradores seres cálidos y trabajadores. Cierto día a los
alrededores del pueblo llegaron miles de lagartijas. Venían de toda
la península. Regresaban al lugar de la primera pareja de
lagartijas. Y allí en el lugar de origen de ellas se enamoraban de
otras lagartijas y durante varios días se dedicaban a amarse para
que a través de ellas siempre hubiera lagartijas. Los del pueblo
para evitar hacerles daño saltaban de un lado a otro durante ese
tiempo. Con el tiempo esos saltos, la alegría del verano y la
abundancia en comida convirtió esos saltos primeros en un baile
sagrado, en un ritual de la vida, en un canto a los dones y a la
generosidad de la vida con las gentes de ese pueblo. No sólo las
lagartijas se amaban, sino la gente del pueblo y el lugar florecía
hasta convertirse en un jardín maravilloso. La princesa participó
con los pobladores en el baile de la lagartija. Fue feliz una vez
más.
Supo
entonces que la vida era vida cuando se compartía con otro, cuando
otro era parte de uno.
Desde
ese día la vida tuvo más sentido y aprendió a oír las voces
secretas de la naturaleza. Cada árbol, flor, animal o piedra que se
encontraba tenía una historia que contar. La vida se narraba a sí
misma. Los demás eran parte de uno. Ella fue también parte de
ellos.
Un
día escuchó decir a unos caminantes que pasaban de regreso al sur,
a su tierra, que más allá del caudaloso río un hombre de barba y
que venía del otoño hacía que las
cosas cobraran vida, nueva vida a través de las palabras.
La
princesa partió hacía el río caudaloso y llegó al atardecer
cuando el sol y el cielo se volvían del color de ella. Durante el
tiempo que duró la puesta de sol, ella permaneció en silencio
absorta en sentir como el universo se acercaba a ella, la tomaba en
brazos y la devolvía a su origen. En ese instante podía hablar con
sus antepasados, con los seres amados que antes que ella habían
regresado a la luz. Sintió que su corazón se aceleraba, oyó como
sus antepasados le hablaban para que siguiera el latido de la tierra,
la respiración de la vida y fuera en busca de las palabras que
daban nueva vida a las cosas.
Al
amanecer, después de sumergirse en las aguas cristalinas del río y
nadar hasta la otra orilla, se dirigió hacía Las montañas
del horizonte, donde se decía que estaba el hombre que venía del
otoño. Caminó varios días y en la noche durmió en compañía de
los seres del bosque, sus amigos.
A
la mañana siguiente, al adentrarse en un bosque, oyó la voz de un
hombre que hablando su misma lengua la pronunciaba de otra manera, de
una manera extraña pero agradable a sus oídos. Se detuvo a
escucharlo y su corazón le dijo que él era el elegido, su elegido,
el hombre con el que estaría para siempre, su compañero en el
baile de la lagartija.
Él
la miró y le dijo -Te estaba esperando-.
La
tomó de la mano y desde ese día ya no fueron dos sino sólo uno.
Dicen que en ese momento en muchos lugares del mundo bailaron las
lagartijas.
Qué historia tan preciosa. Siento en ella las señales que me envía mi madre. Él está por llegar.
ResponderEliminarSerena