martes, 25 de octubre de 2011

*Otro amor

No sabré quererte como tú me quieres
mi boca no será tu beso
ni mi poesía iluminará tu sonrisa
mi alma no se perderá en tus ojos
ni yo seré fuego en tu cuerpo.
No sabré del sabor de tu ternura
ni de las mariposas en tus manos
no hallaré al llegar la tarde tu amor
porque yo no te podré querer como tú me quieres
pues, este amor
basta llanura en llamas
es pasto de otro amor, de otra pasión
que me ignora y persigue,
de esa que me quiere y me calla,
que me piensa y me evade,
de ella que a todo momento
es el fuego y el agua
y estamos en el cielo y en la tierra
y somos el universo
y un sólo cuerpo enamorado.

jueves, 6 de octubre de 2011

Singapur 2


Pero toda pérdida es el pretexto de un hallazgo.”
Roberto Juarroz

Por momentos, no sé si la vida que llevo es real o imaginación. Esta vida mía es como una montaña rusa, sube y baja y da vueltas y regresa y se aleja y pareciera que fuera adelante de mí. Soy apenas un objeto en mi vida. No logro el reposo para comprender y repensar lo que soy o lo que hago. Estoy en continuo movimiento, aunque duerma, mi mente sigue funcionando, creando nuevos mundos, nuevas realidades, otras ficciones. Estoy en medio de ese innumerable caos que soy yo y mi realidad. Me muevo entre muchos yos y el que predomine en el momento me lleva de su mano. Aunque yo soy yo y el universo que en mi hay, también soy el universo que percibo fuera de mí. Pero en ambos soy sólo una parte de algo más que yo. No otro, no otros, sino un eslabón o un instante de un pensamiento olvidado que vaga entre otros.

La piscina en el piso cincuenta y cinco del Marina Bay Sands Hotel en Singapur, mide ciento cincuenta metros de largo y se pierde en el horizonte. Mientras nado, la ciudad está frente a mí. Después de un largo día de reuniones, apretones de manos, explicaciones e informaciones, estoy descansando en el hotel más espectacular que haya estado. Desde el avión lo vi, mientras nos acercábamos a la ciudad para el aterrizaje. Parece un dolmen al borde la ciudad. Tres torres de cincuenta y pico pisos sostienen una piscina que cubre como una plancha las edificaciones. La piscina está junto a un bar y tiene un jardín. Los huéspedes son, sobretodo, europeos y americanos. No pude resistir las ganas de echarme un chapuzón en el cielo. Por que esto que hago es nadar en el cielo. Sobrecogedor y magnífico. A esta hora de la tarde no hay muchas personas y puedo nadar a mis anchas, despacio y mirando la ciudad. Increíble, si dios no existe, el cielo, sí.
Frente al hotel están los box stop de la Formula 1 y un museo. Salgo de la piscina y me siento en una asoleadora blanca y suave. Cierro los ojos y dejo que el ambiente me cubra. No pienso, sólo siento.

Debo haberme quedado dormido. Ya está anocheciendo. En el Ku Dé Ta Lounge hay muchas personas bebiendo y charlando animadamente. Un par de parejas baila. La piscina está casi desocupada. Me restriego los ojos mientras pienso en coger mis cosas y bajar a la habitación y cambiarme. Debo escoger entre uno de los cincuenta restaurantes que tiene el hotel. Hay de todo para cada gusto, desde comida francesa hasta española pasando por china, malaya y tailandesa. Miro una vez más hacia la bahía donde hay cantidad de buques, barcos, petroleros y barcazas de todo tipo. Singapur es un permanente zarpar y atracar de barcos de todas las naciones y de todo tipo. Su movimiento portuario supera los mil barcos diarios. La vista es inmejorable con las luces en el mar, el sol desapareciendo en la oscuridad y el brillo de los rascacielos que iluminan el cielo. Noche cálida y solitaria para un colombiano en el Lejano Oriente.

El hotel fue construido sobre una isla artificial y estoy a 200 metros de altura en medio del imponente y ruidoso universo que es el otro lado del mundo. Es hora de bajar, porque tengo hambre.

Después de ducharme y vestirme, me asomo a la ventana y veo la ciudad a mis pies. Me vuelve a mi memoria esa parte del poema Ítaca de Kavafis,

Siempre en tu pensamiento ten a Ítaca.
Llegar hasta allí es tu destino.
Pero no apures tu viaje en absoluto.
Mejor que muchos años dure:
y viejo ya ancles en la isla,
rico con cuanto ganaste en el camino,
sin esperar que riquezas te dé Ítaca.
Ítaca te dio el bello viaje.
Sin ella no hubieras salido al camino.
Otras cosas no tiene ya que darte.”

La vida es mi Ítaca. Vivo para llegar a ella y desde ella hago el camino. Aunque no sé para dónde voy, prosigo en busca de lo que ha de ser mío. De lo que quise, nada fue mío. Pero de lo que nunca imaginé, me fueron dadas varias cosas. Mi vida ha sido una lucha contra mi destino. Por supuesto, he perdido todas las batallas. Pero he disfrutado varias derrotas al máximo. No eran fracasos, era lo que me tocaba de la vida. También me he quejado y lamentado, un par de veces, de ser yo y no otro. Pero cada vez que he visto a los demás, he agradecido ser yo y no ellos. Me gusta ser yo, después de todo. Creo que sin mí, la vida no me gustaría. He caminado la vida a tropezones, a ciegas, con miedo y con alegría, y durante su recorrido he sentido muchas emociones y sensaciones que no sabía que se podían vivir. He conocido el amor, la riqueza, el éxito y el desamor, la pobreza y el fracaso. Nunca he permanecido mucho tiempo de un solo lado de la vida. Después de tantos años he comprendido que no vale la pena preguntarse el porqué de las cosas, sino entender que la realidad está ahí y que hay que convivir con ella. Aunque sé que, de cuando en cuando, me levantaré contra la realidad y exigiré que los sueños también sean parte de mí. Sin sueños no hay realidad.

"Dos verdades se acercan una a otra.
Una viene de adentro, una viene de fuera
y allí donde se encuentran
tiene uno la oportunidad de verse a sí mismo",
Tomas Tranströmer

He decidido bajar al lobby del hotel antes de decidir a qué restaurante voy. Comer solo no me gusta. Casi que prefiero salir y buscar algún chino donde comprar una caja de arroz con verduras y comer por ahí en algún parque o plaza. No conozco la ciudad ni los alrededores del hotel, así que le preguntaré al portero del hotel. Me volteo en busca del portero, cuando oigo una voz femenina con acento español que pronuncia mi nombre “José Vicente”.
Es Beatriz. Alta, delgada, de una blancura inmaculada, piel de durazno, ojos azules como mares, vestida siempre de negro, pelo corto en capas y una mirada irónica que enamora. “Y tú ¿qué haces acá?” me pregunta mientras se acerca y me da dos besos en las mejillas. Me gusta su perfume. Me fascinan las mujeres que el perfume sólo se huele cuando uno se acerca a ellas, cuando se roza con uno. “Trabajo, mujer”, respondo con una sonrisa de oreja a oreja. Le pregunto si quiere acompañarme a comer. Ella encantada me dice que sí, y le preguntamos al portero por un restaurante sencillo y cercano. Nos vamos caminando. Beatriz me alborota las ganas de conquistador. Pero no voy a hacer nada. Sólo disfrutar su presencia, su deliciosa conversación y su belleza que quita la respiración.
Llegamos al chino que nos recomendó el portero. Un lugar sencillo con un par de mesas de madera y una pequeña barra donde atienden dos chinos que no cesan de dar vueltas en las ollas y de recibir pedidos. El lugar está lleno y muchos están comiendo de pie. Pero enfrente hay una plazoleta que da a la bahía y donde se puede sentar uno a mirar el mar y comer. Pedimos fideos con carne de cerdo y verduras, y dos gaseosas.

Después de hablar del trabajo y de la razón por la que los dos estamos en Singapur, guardamos silencio un rato. Dejamos que la noche haga una pausa entre nosotros. No es un silencio incómodo, al contrario, nos calma y acerca. La temperatura es agradable gracias a la brisa que sopla suave y constante.
-¿Sigues enamorado de tu esposa?- me pregunta. Me toma de sorpresa y no. En el aire hay un rumor a atracción, a que nos gustamos.
-La verdad es que no lo sé. Creo que no. Siento afecto, cariño, respeto, solidaridad y lealtad. Pero ese amor que todo se lo lleva por delante, no.-
-¿Te gusta estar con ella?-
-No me desagrada- respondo un poco irritado por preguntas que me hacen sentir desnudo frente a ella.
-Me voy a separar- me dice sin mirarme.
No respondo. No sé qué decirle. Espero a que ella continúe.
-Un día me di cuenta de que ya no lo quería, que entre los dos no había nada que nos uniera, ni siquiera hijos. Seguimos siendo amigos, pero ya no es posible vivir juntos.-
-Lo siento- digo por compromiso. Para situaciones como ésta no hay respuestas adecuadas. Salvo darle tiempo al otro para que se desahogue.
-Todo el mundo piensa que somos la pareja ideal, pero no es así. Él lleva una vida y yo otra. No nos une sino la costumbre. Nos hemos vuelto dos desconocidos de confianza.- me dice y deja su mirada en mis ojos. Cómo me gusta! pienso. Pero ahí mismo me niego el pensamiento. No es el momento para ligar. Aunque una parte de mí dice que por qué no. En el amor y la guerra todo vale.
-Me pasa lo mismo. La gente jura que todo es perfecto, porque desde afuera se ve así. Pero la verdad es que la novedad se ha gastado y nosotros, aunque seamos los mismos, no queremos lo mismo.- le respondo.
Me mira, sonríe y me toma de la mano.
Mi mente se acelera. No puedo pensar en la delicia que sería darle un beso. Me siento canalla, pero no me importa.
-¿Quieres dormir conmigo?- me dispara a boca de jarro.
Me encantaría, pero no así- me oigo decir. No me puedo creer que yo esté diciendo esas palabras. Mucha pelota! Y lo peor, continúo.
-Mira, si mañana quieres todavía, lo hacemos- le digo contra mi voluntad. Me voy a ir al infierno de los buenos. Y con justa causa.
-Gracias, sabía que no me defraudarías. Eres el amigo que necesito.- me aprieta la mano y sonríe. Acaso acabo de pasar una prueba. No me lo puedo creer.
Después nos fuimos caminando tomados de la mano y en silencio hasta el hotel. Ella con su tristeza y yo con una sensación de imbécil.
Después de dejarla en su habitación, subí a la mía y llamé a casa. Les conté sobre el trabajo y la ciudad. Colgué y pensé en las palabras de Elias Canetti y en cómo el amor se acaba y las parejas subsisten:
"En el amor es donde menos existe la piedad: en el amor cuenta siempre lo más pequeño,lo insignificante: esa precisión minuciosa le otorga su ser. Nada se olvida. Si uno dice: quiero todo, hay que entenderlo así: todo. Acaso sólo un caníbal podría ser aquí consecuente. Sin embargo, el canibalismo anímico es mucho más complicado: hay que advertir que se trata de dos caníbales que se devoran al mismo tiempo"
Somos títeres en el amor. Él es el único protagonista.

sábado, 1 de octubre de 2011

*Mujer perfecta


Al caer la tarde
te sientas frente al espejo
y lentamente te vistes de amante,
estás enamorada,
te pintas la mejor sonrisa en tu boca,
te retocas el pelo
que más tarde yo caminaré con mis manos
y cubres tu matrimonio con el olvido
para ser feliz entre mis brazos.
Te das la vuelta
y dejas atrás tu vida
para encontrarte conmigo,
vida mía.
Me tomas de la mano casi en secreto
y luego con decisión
caminamos juntos a través de la multitud
como si no existiera nadie
y todo gira alrededor nuestro.
Entonces sólo los dos importamos,
nos desnudamos y por una noche
somos eternos.
Más tarde frente a él
te vestirás de mujer perfecta.