A mí la noche me desvela. Después de tantos años yo mismo sigo siendo el tema principal de mis pensamientos nocturnos. Aunque me interesan los demás y casi todas las cosas que pasan, vuelvo al tema eterno de la vida: mi vida.
Es curioso que ni yo mismo sepa bien
cómo soy. Sé mejor cómo no soy. Es decir, qué cosas no me gustan.
Pero sigo siendo una sorpresa para mí en lo bueno y en lo malo. La
verdad tampoco sabría hablar de cosas que no conozco, que no he
vivido o he soñado.
Desde
mi punto de vista, el universo soy yo y el mundo gira alrededor mío.
Cuando me duermo, que casi siempre es al amanecer, dejo el mundo y me
voy a mis sueños donde otro yo, muy parecido a mí, que vive su
propia vida paralela. A veces parecida, pero nunca igual a la mía.
La
noche es un viaje al mundo de los pensamientos, de los recuerdos de
las emociones, de las sensaciones acumuladas en desorden y por
imágenes en mi memoria. En ese laberinto de olvidos que son los
recuerdos que vamos dejando de lado o que una y otra vez volvemos a
revivir. Recuerdos que de tanto usarlos no son lo que eran. Quizá ya
no sean el recuerdo de un hecho, sino el recuerdo, el olor o el
sonido de algo que sucedió en el pasado, pero que no fue como ahora
lo recuerdo.
Cada
noche regresa a mí la desordenada vida y muerte del sinfín de
hechos y sueños y miedos que nos forman y deforman constantemente.
La vida no es vida si no hay recuerdo. Y los recuerdos no es lo que
sucedió, sino lo que en la mente queda de cosas que sucedieron o tal
vez no.
Me
gusta dormir. Ese maravilloso instante en que soltamos amarras de la
realidad y ponemos rumbo a la singladura por nuestra mente libre y
espontánea. Dejamos que el azar sea el navegante de esa Odisea -ese
regresar al hogar primero- que cada noche se repite por primera vez
de nuevo. Es la aventura de rehacer una realidad que nunca ha
existido, pero que en mi mente es la única realidad.
Siento,
siento todo con intensidad, con alegría o miedo ese viaje a bordo de
un yo tan parecido a mí, que podría jurar que soy yo. Hay imágenes
que regresan a mí una y ora vez. Y siempre al despertar sé que esos
lugares, sitios de mi otra vida, en ésta no son. Aunque en el sueño
son. Vivir la noche clara de los sueños es un viaje que no termina.
Para en el puerto seguro de la realidad y se reanuda cada vez que
nuestros ojos se cierran y ese otro yo toma el mando de la otra vida
y me lleva por mares conocidos y peligrosos, o serenos y seguros.
La noche me encuentra una vez más entre tus sueños.
La noche me encuentra una vez más entre tus sueños.
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