viernes, 27 de mayo de 2011

Un amor imposible



Nada mejor que en la mañana salir a caminar con Laura.

Desde que llegó a Bonn, el sol no ha dejado de brillar. El destino refuerza mis deseos no tan secretos. Laura es para mí ese sueño siempre por realizar. Es lo imposible al alcance de la mano. No sé si es amor, deseo o destino. En el año en que dejé de trotar, remplacé el duro ejercicio por uno más suave y contemplativo: caminar. Caminar me permite ir al ritmo de mis ideas y la posibilidad de dejarme influir por el paisaje y la gente que me rodea. Prefiero caminar por parques, a la orilla del río, o bosques en los que la naturaleza y la gente son los protagonistas. Cuando voy por la ciudad con sus ruidos y afanes lo vivo de otra manera. Mis pensamientos se concentran en lo cotidiano, en la política, en la forma en que los seres nos comunicamos en un bosque de construcciones y personas.
Siento que mis paseos por parques y junto al río son un estímulo para mí, mientras el andar ciudades refuerza mi concepto interior del nosotros. Este desandar territorios y rostros ajenos me nutre, me alivia, me hace ser parte del mundo, de ese nosotros que requiero para vivir, para estar, para ser.
Son las nueve de la mañana y el sol brilla. El cielo azul y el aire fresco y frío del otoño son un placer. Laura está espectacular en su ropa deportiva gris que resaltan sus ojos verdes. Tiene la piel muy blanca y el pelo castaño ondulado y le llega hasta los hombros. Caminamos hacia la Rheinaue que queda a dos cuadras del apartamento. El barrio está en silencio. Los jardineros se apuran en recoger las hojas que cubren las calles. De resto sólo se oye el canto de los pájaros que aún no han partido hacia el sur. Se dedican a cargar en sus picos pequeñas ramas y nueces. Una ardilla cruza frente a nosotros y se sube a un árbol. Se queda quieta y atenta. Las ardillas andan solas. Desde que vivo en Bonn jamás he visto al mismo tiempo dos ardillas. Pero sí he visto diferentes tipos de ardillas. La mayoría son de un color rojizo tendiendo a amarillo. Pero una tarde vi una con la cola negra y el cuerpo rojizo. Se dedican a recolectar nueces y a esconderlas bajo la tierra en diferentes lugares cercanos al nido que casi siempre está en un árbol. Me encantan las ardillas y, por lo visto a Laura también. Nos paramos a ver cómo la ardilla sube rauda hasta una rama cerca del cielo y se pierde detrás de las hojas doradas.
Laura me toma del brazo y recuesta su cabeza en mi hombro. Está contenta y yo de tenerla acá junto a mí. Seguimos abrazados caminando hasta llegar al campo de béisbol de la Rheinaue. Se detiene a mirar el paisaje y al fondo el edificio de la Post que sobresale sobre el horizonte de árboles. Se voltea a mirarme y me dice que este lugar le encanta, que qué suerte tengo de vivir acá y de tener la familia que tengo. Le sonrío y no digo nada. Estiro mi mano hacia la de ella. Nos tomamos de la mano. Seguimos caminando callados. Ella entrelaza sus dedos a los míos. Se que me quiere como yo a ella. Una ola de placer y calor invade mi cuerpo.
-Sabes que envidio tu vida- me dice sin mirarme.
Quedo desconcertado, porque siempre he pensado que la vida que lleva es la manera que ella escogió para ser. No veo bien qué puede ser tan genial en hacer cuentas todo el tiempo para llegar a fin de mes, de llevar una vida monótona y segura, de vivir solucionando pequeños problemas caseros, de sentarse el fin de semana a ver la tele, a salir de paseo en el carro a algún pueblo cercano y caminar siempre junto al Rin, comparado con la vida inagotable en experiencias de ella: desayuno en Manhattan con un pintor latinoamericano de moda, almuerzo en Londres con una baronesa, la tarde de compras en Milán con una millonaria argentina y en la noche un concierto con Yo Yo Ma en Viena. Ha tenido los tipos más bellos del universo y las joyas más increíbles. Ha conocido a cuanto personaje de este mundo ha tenido más de un cuarto de hora de fama. Yo a duras penas un día vi en Carulla de la 85 a Gloria Valencia de Castaño.
-Pues yo envidio la tuya- le respondo.
-Estoy hablando en serio- me dice molesta.
-No entiendo por qué- le respondo- tu vida me parece única y fascinante-.
-Y lo es- lo dice sonriendo de nuevo – pero no tengo un lugar al que llegar, nadie me espera en algún lugar, ni nadie se preocupa si llego a casa más tarde o no llego-.
Ahora caigo en cuenta de que Laura debe tener casi cincuenta años. Pero es que se ve tan bien que parece mucho más joven. Me pongo a pensar que el reloj vital empieza a mandarle mensajes de alerta y se debe estar sintiendo sola. La idea de que Laura sea vulnerable nunca me ha pasado por la mente. Ella es la seguridad, la felicidad, la certeza de que todo puede ser perfecto en este mundo. Quiere acaso hacer dudar el mundo feliz en que la tengo en mi mente. Estoy sorprendido. Laura siente como yo. No puede ser. En la Rheinaue estoy a punto de besar a Laura por dejarme ver en su alma. Y lo hago. La cojo entre mis brazos y la beso como siempre he querido besarla y ella me responde con la misma fuerza y pasión. Un beso que tiene que compensar tantos años de querer besarla y no atreverme.
Nos separamos y nos miramos. Ella me echa sus brazos sobre los hombros y se reclina sobre mí. Soy feliz. Huelo su perfume que es único, que es ella. Su cuerpo contra el mío es de pronto parte de mí. Siento tanto amor y placer que deseo que el tiempo se detenga o que no me despierte de este sueño.
-Siempre he querido besarte- me dice.
- Yo también- le digo casi en un susurro.
- ¿Por qué fue que no me casé contigo?- pregunta más que a mí a ella misma. Ambos sabemos que ella no quiso, que después de preguntarle no me respondió y me cerró la puerta en las narices. Al otro día tomó un avión y voló a Europa. No volví a saber de ella. Cuando mi esposa y yo vivíamos ya en Bogotá y estábamos esperando a mi hija, sonó el teléfono y me felicitó por el matrimonio y volvimos a ser los de siempre, aunque nunca tocamos el tema de su huida.
Me mira de nuevo, sonríe y dice: Somos débiles y frágiles y solitarios.

1 comentario:

  1. A veces en la vida llegan esos momentos mágicos en que la fantasía se une con la realidad. Esos momentos son un regalo de la vida, así sólo duren cinco minutos se quedan por toda una eternidad en nuestro corazón. Tienes mucha suerte de haber recibido ese regalo.

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