lunes, 24 de septiembre de 2012

La vida consiste en escapar de una celda que odiamos







 „La vida consiste en escapar de una celda que odiamos, hacia otra que todavía tenemos que aprender a odiar”.
Franz Kafka



Resulta que uno sabe que la felicidad siempre está de paso. Que se va apenas está llegando. Que la vida es lo que sucede mientras regresa la felicidad. Que uno no puede hacer nada para encontrar o evitar la felicidad.
La sabiduría es algo que el tiempo le regala a uno a punto de tristezas. Las decepciones son la suma de recuerdos que nos deja la vida. Lo único cierto es que todos sin excepción no somos felices por mucho tiempo. Vivimos pensando en ella, pero ella vive pensando en irse.
Todos tiritamos de tristeza mientras reímos. Salimos de rumba para ver si la felicidad se apiada de nosotros y nos saca a bailar. Pero no, la felicidad no visita esos antros de mala muerte donde con afán la buscamos.
Así que hoy me he despertado con esa tranquilidad que da el saber que la felicidad es como la lotería: nunca le toca a uno. Pero que a otros parece que sí les ha tocado. Desayuno leyendo el periódico. Siempre dicen lo mismo y los temas se repiten año a año. El periódico por eso se puede leer cuando uno quiera que siempre es de actualidad.
Desayuno café y croasán como todos los días. La rutina es mi forma de vida. Me salva de tener que pensar. Pensar es a ratos una tortura. Imaginarse el mundo que hay fuera de uno puede ser doloroso. Me gusta quedarme agazapado dentro de mí y observar todo de lejos, desde la comodidad del que sabe que nada ni nadie lo toca. Las tragedias, los muertos, las bajezas son siempre iguales. Los seres humanos no cambiamos. Cambia la tecnología.
Con el amor nunca he tenido suerte. Muchas promesas, sonrisas y besos, pero nunca nadie me tomó de la mano por más de un par de días. No creo que el amor sea la solución de la vida. Más bien es un problema para la vida. No lo digo con amargura. Lo digo, porque es lo que he visto en los días de mi vida.
La felicidad es una quimera, es una fiesta a la que uno nunca está invitado. Es el otro lado de la realidad.
El amor es una estación, pero no el viaje. La felicidad que trae el amor se va de repente. Con el tiempo he aprendido a saber desde antes en qué momento el amor se ha despedido de mí aunque siga ahí mirándome con ojos enamorados.
Resulta que hoy me he levantado dispuesto a vivir sin la felicidad, porque hay muchas cosas que hacer y lo que yo no haga, nadie lo hace. 
No me dan ganas de escapar de mi destino.


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