lunes, 26 de marzo de 2012

Un cuento sólo para cierta hora de la tarde







Para Esther

En la mañana salgo dispuesto a que me suceda algo asombroso como todo lo que me pasa cada vez que abro los ojos a mis sueños. Por ejemplo, encontrarme conmigo a la vuelta de la esquina o en un bar solitario de una playa de Montevideo verme pasar por la acera de enfrente y salir corriendo en busca mía y no hallar a nadie, salvo que estoy solo al otro lado del mundo con los bolsillos llenos de dudas. Pero no, estoy sentado en una oficina que mira desde el piso treinta y dos hacia el norte y el sur del Rin. La riqueza alemana está a mis pies y debo entregar antes del mediodía un informe de cómo reducir costos en las filiales de la Post en la República Checa. Kafka temblaría de saber lo qué estoy planeando para sus compatriotas. Pero antes debo comer algo. El hambre es el mayor enemigo de mi creatividad. Si no me alimento, termino por devorarme y me he dado cuenta que ahora último me vuelvo a recuperar de mis heridas con mayor lentitud. Mi cuerpo ya no es el que era antes. Aún en la imaginación nos vamos devaluando, regresando al cero original. Pero hoy he llegado a tiempo a la cafetería que atiende a esa hora en que todos están por llegar una jovencita llena de rubores y primores que se siente atraída por mi perversa sonrisa, por mi indiferencia calculada, por ese detenerme un instante mínimo en su mirada y decirle que ya es mía.
Me hace feliz su inseguridad. Me devuelve a otros días en que no era necesario ser para ser. Bastaba estar y ya era. Pero ahora me toca jugar al hombre común y corriente y ganarme la monotonía diaria con el sudor de mi imaginación. Y por la tarde regresar a la gris vida de la ciudad. Pero al cruzar una calle me resbalo y al levantar de nuevo la cara estoy en medio de un aguacero en la mitad del Caquetá y veo que al otro lado del río yo me voy perdiendo en la selva para siempre.
Mientras doy gritos en la cama, tú me tomas de nuevo en tus brazos y me dices que todo está bien, que no debo tener miedo. Mañana voy a nacer.

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