lunes, 6 de febrero de 2012

Mi abuelo y yo








Mi abuelo y yo nos adorábamos. En mis recuerdos voy cogido de su mano caminando; o estoy en sus rodillas oyéndolo contar historias de nuestra familia; o estoy sentado a su lado viendo una película de televisión que se llamaba “Combate” sobre un grupo de soldados americanos en la Segunda Guerra Mundial. Nos encantaba estar juntos. Mi abuelo era bello, era generoso, era alegre y sobre todo tierno. De él y a través de mamá heredé el poder ser tierno con las personas.

Uno de los recuerdos que jamás olvidaré es cuando me explicó qué era ser liberal. Era de noche, íbamos en una camioneta Chevrolet verde que tenía papá y ellos dos iban hablando de política: de godos y liberales. Yo los escuchaba absorto. De niño escuchaba todo y nada se me olvidaba. Era una esponja de información. No tenía criterios, sólo absorbía todo lo que oía, veía, sentía y preguntaba y preguntaba hasta el infinito. Mis padres y mis abuelos siempre tuvieron tiempo y ganas para contestar cada una de mis preguntas. Así que al oírlos le pregunté a mi abuelo qué éramos, me dijo que éramos liberales. Entonces volví a preguntar qué era ser liberal y él me dijo que eran los buenos. Y yo insistí en saber por qué eran los buenos y él mirándome con sus ojos azules y una sonrisa en su boca me respondió que ser liberal era estar a favor de los pobres y de los indefensos y por eso éramos buenos. Desde ese día, siempre estoy a favor de los pobres y los indefensos. Esto me ha valido muchos problemas, pero no me importa demasiado.

Yo era el más amado de mi abuelo. Y él para mí era el más amado. Él era todo para mí, aunque en ese momento no era consciente de su importancia en mi vida. El primer día de colegio, él me estaba esperando para recibirme del bus y el bus no paró. Me devolvieron al colegio y yo tenía mucho miedo y angustia. El tiempo en la portería del colegio me pareció una eternidad. Hasta que apareció mi abuelo con mamá detrás y me alzó en sus brazos y me besaron y reían contentos. Yo también estaba aliviado y feliz de verlos.

Mi abuelo y mamá eran muy parecidos en su manera de ser. Alegres y siempre disfrutando de las pequeñas y grandes cosas de la vida. Ambos eran tiernos y generosos, muy generosos. Tuve la suerte de ser amado por muchas personas en la niñez. Ellos dos son mis más cercanas semejanzas emocionales.

Mi abuelo murió cuando yo tenía once años, un sábado en que tenía colegio. Uno de los días más tristes de mi vida. Al regresar del colegio, las tías de papá nos estaban esperando a mi hermana y a mí. Nos llevaron a la casa de ellas en La Candelaria. Una casa enorme con cantidad de cuartos y recovecos. Mis tías eran en realidad dos tías de papá y su hermana. Ellas también nos consentían muchísimo. Recuerdo que el domingo temprano me desperté y lo primero que hice fue coger El Tiempo y mirar la página de sociales para ver si salía algo de mi abuelo. Sí, ahí estaba la foto de mi abuelo y decía que había muerto. La garganta se me secó. No hablé hasta llegar a la casa. Subí al cuarto de mis papás y me abracé a papá, quien me estrechó con fuerza contra su pecho mientras me acariciaba. Lloré la tristeza más infinita que haya sentido, pero al mismo tiempo en brazos de papá supe ya para siempre lo mucho que papá me quería.

Años después, supe que mi abuelo había sido golpeado en un pueblo conservador de tal forma que jamás pudo volver a trabajar y que mi abuelo paterno había sido asesinado por los godos en una de sus fincas. Que mi abuelo no volviera a trabajar dejó en la ruina a la familia de mamá. Los cuadros de los antepasados y de la herencia de la familia terminaron vendidos al Museo Nacional y al Museo del Florero. Mi abuela tuvo que trabajar cosiendo ropa y mamá a los quince años trabajó como telefonista en el consultorio de un tío. De la familia quedaron los albúmenes de fotos, las anécdotas, cierta amargura por la pérdida de posición económica y la ternura maravillosa de mi abuelo.

Por mucho tiempo no podía pensar ni hablar de mi abuelo sin que tuviera que llorar. Sin embargo, en mi familia nadie siente rencor por los godos. Pero por ello rechazo todo tipo de violencia y atropello viniera de donde viniere.

Ahora cuando estoy al lado de mamá charlando sobre cualquier tema y entre los dos se crea una intimidad profunda, siento que de alguna manera inexplicable también mi abuelo está con nosotros.

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