El
tiempo es eterno. Nosotros somos pasajeros, efímeros y
fugaces. No alcanzamos a llegar, cuando ya nos vamos. Siempre estamos
partiendo. La llegada es la partida.
Todo lo que logramos lo volvemos a perder. Por un instante nos es dado la felicidad, el éxito, la gloria y el amor. Luego, todo se va, se acaba, se transforma, se disuelve. Y ya no es. Así es nuestra vida.
Pero el tiempo queda. Enorme, inconmensurable, eterno, ilimitado. El tiempo es espeso, denso y nos envuelve del todo hasta aplastarnos.
El tiempo nos deshace. Nos devuelve a la nada. Nos recuerda que estamos acá por un instante de amor y nada más.
Todo lo que logramos lo volvemos a perder. Por un instante nos es dado la felicidad, el éxito, la gloria y el amor. Luego, todo se va, se acaba, se transforma, se disuelve. Y ya no es. Así es nuestra vida.
Pero el tiempo queda. Enorme, inconmensurable, eterno, ilimitado. El tiempo es espeso, denso y nos envuelve del todo hasta aplastarnos.
El tiempo nos deshace. Nos devuelve a la nada. Nos recuerda que estamos acá por un instante de amor y nada más.
El tiempo es el activo más generosamente cruel. En 24 horas nos llena de todo y nos deja desnudos, con lo hecho, deshecho o por hacer.
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