La
soledad está aquí, entre nosotros, somos nosotros. En ti, en ella,
en él, en ellos, en mí, en todos. Al principio de la vida, durante
y al final de ella nos acompaña no importa donde estemos, adonde
vayamos, cuan rápido andemos o cuan despacio vivamos. La soledad nos
habita. Allí está ella, nuestra soledad. Nuestra única y verdadera
compañera de la vida. Nuestra mejor amiga.
La
soledad es a veces lluvia que cae en mitad de los sueños o un sol
abrazador de verano que asfixia la tristeza de la tierra. Es una
ciudad con sus mil ruidos, su sinfín de colores y el bullicioso
espectáculo de la vida que nos envuelve. Es una flor en un mundo de
flores. Es una gota de agua en el mar. Es una mariposa en el árbol o
el último pájaro de una bandada en vuelo hacia al sur a finales del
otoño. Es una playa interminable de arena fina frente al mar Báltico
y son todos los días monótonos que pasan de largo frente a nosotros
en algún momento de la vida.
La
soledad es ese instante en que mi memoria despierta en ti
y te devuelve a la vida; y me recuerda el placer de ser tuyo, la
alegría de mi piel bajo tus manos y la emoción de volverte a ver.
En mí hay sueños que no te olvidan y me tienen
condenado a sentirme solo. Solo en medio de la soledad.
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