jueves, 4 de agosto de 2011

Un cuento para Laura


En la noche, las luces del pueblo se reflejan en el lago mientras se asoman a la ventana del cabrio de Laura. Hace calor. Estamos en agosto y el verano está pegado al asfalto, a las paredes y florece en cada rama y jardín del pueblo. La noche es oscura y las luces desaparecen en su silencio. Nos dejan solos.

Lo difícil del amor no es amar, ni ser amado, ni llegar a la cumbre de la felicidad con el ser amado. No, lo duro es el momento en que acaba: el descender del cielo sin morir en el intento, me dice sin soltar las manos del timón mientras me mira con esa manera tan suya que me deja desarmado.
Y bueno, pues, un día más que se va colando de contrabando suena en la noche 
por la que Laura y yo viajamos. Serrat es parte de nuestras emociones, de esa 
memoria que nos hace creer que somos importantes, que somos algo más 
que instantes para el olvido.
      Y bueno, pues, adiós a ayer y cada uno a lo que hay que hacer. 
      Tú, enciende el Sol, tú tiñe el mar, 
      y tú descorre el velo que oscurece el cielo, 
      y tú ve a blanquear la espuma y la nube, la nieve y la lana, 
      y tú conmigo a cantar la mañana. 
      Tú a dibujar el trigo y la flor. 
      Tú, haces de viento, dale movimiento y tú les das color. 
      Tú amasa los montes, tú al pozo a baldear 
      y tú conmigo e el gallo a cantar.
      Que hay que empezar un día más. 
      Tire pa'lante que empujan atrás. 
      Y póngase el calcetín paloma mía y véngase a cocinar el nuevo día. 
      Todo está listo: el agua, el sol y el barro, 
      pero si falta usted no habrá milagro. 
      Si le falta usted a un mundo enfermo 
      y con canas quién va a hacerle la cama 
      y quién le peinará la frente y quién le lavará la cara 
      si falta su risa para echarlo a andar. 
      Venga conmigo y el gallo a cantar. 
      Que hay que empezar un día más. 
      Tire pa'lante que empujan atrás. 
      Y póngase el calcetín paloma mía y véngase a cocinar el nuevo día. 
      Todo está listo: el agua, el sol y el barro, 
      pero si falta usted no habrá milagro...
Laura ha alquilado un chalet en Montreaux, 
frente al lago de Ginebra para pasar conmigo un fin de semana. 
Es de noche cuando llegamos y las aguas del lago brillan 
con las luces del pueblo que no parece dormir nunca. 
Laura sube corriendo las escaleras 
y me lleva al balcón que se asoma a una vista que aún en la oscuridad es única. 
El lago, Laura y el amor.  ¿Qué más puedo querer? Laura está bronceada 
y preciosa. Para mí, ella es poesía pura y salvaje. Soy feliz. 
Me acerca una hoja de un cuaderno que está escrita. 
La miro y recuerdo que ese cuento lo escribí en una tarde en que no sabía
 si yo le gustaba o no, si ella pensaba en mí o no, 
pero yo me había dado cuenta que ella se vivía enredado en mis pensamientos, 
que quería verla, oírla y sentirla cerca. 
Aunque no sabía si algún día me contestaría. 
Por mucho tiempo no recibí respuesta.
Amiga imaginaria ( Un cuento para Laura)

No sé en qué instante empezaste a asomarte a mis recuerdos. Lo hacías con discreción, casi invisible. A mi imaginación se le aceleraba el pulso. Sabía que existías y que volverías a mí. Sabía que sólo yo te veía y que sólo yo te esperaba. También era el único que contigo hablaba. Y el que dudaba de si existirías o no. Pero siempre cuando mi duda te olvidaba, te aparecías y me decías algo. Y yo empecé a pensar en ti, a imaginarte, a construir un país en mi mente en donde sólo vivías tú. Un universo tuyo. Sé que notaste que me gustabas, y callabas. Sé que tu silencio quería hablarme. Lo sé. Pero aún así el silencio hablaba por ti. Estabas siempre en mi memoria. Y cuando ya parecía que no volverías, apareciste. Regresaste a mí y no quise negar que te quería.

Sé que no puedo hablar con nadie de ti. Pero sé que tú a veces piensas en mí y te ilusionas. Los demás dirán que tengo una amiga imaginaria y que me imagino que eres, que sólo existes en mi mente, pero los dos sabemos, cada uno al otro lado del universo, que a cierta hora de la noche el uno es el otro. Y que el amor existe, aunque nunca hablemos de ello.”
-Lo contrario al amor no es el odio, es la soledad. Esa inmensa, interminable 
y honda ausencia del otro. La carencia del otro, que es parte de uno- me 
susurra en el oído y luego me besa. Me toma de la mano y me lleva...
Ahora sé que nuestro amor no acabara.

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