-En
el amor es como con el cometa Halley que pasa cada setenta y seis
años
y es posible verlo desde la Tierra por un momento. Si tú no sales en
el instante, la hora y el día exacto en que es visible, sólo lo podrás volver a ver dentro de 76 años.
Lo que te quiero decir es que ella se perdió la oportunidad de ver
el cometa Halley que pasó por su vida. Tú ya me entiendes- me dice Laura a través del teléfono.
Sí
que la entiendo, pienso mientras miro la nieve cubriendo de blanco el
jardín. Me encanta ver el frío de la calle mientras estoy protegido
detrás de la ventana en el calor de la casa. Laura me ha llamado
desde París para avisarme sin preguntar que viene a visitarme.
Después de casi dos años
sin hablarnos, regresa a mí. Como el cometa Halley, pienso y sonrío.
-Sabes
que siempre leo lo que publicas. Me gusta pensar que todo lo que
escribes es pensando en mí como antes lo hacías. Ya sé que no es
así, pero me gusta sentirlo así. Me di cuenta de que ahora último
tus escritos han regresado a la tristeza, a la soledad. Me imagino
que alguna ella te tiene así. Te conozco como si hubieras sido mío
toda la vida. Es más creo que aún eres mío. De alguna manera el
amor entre los dos nunca ha dejado de existir. Bueno, este fin de
semana viajo a Colonia y nos podemos encontrar y charlar de los
viejos buenos tiempos y de los nuevos difíciles tiempos.
Esta
es Laura directa, clara y transparente. Al pan pan y al vino vino.
Por eso me gusta desde hace tantas vidas. A mi cuerpo lo recorre una ola
cálida de agradecimiento, de ternura. Me siento querido y protegido.
Laura viene a verme. Y yo voy a ir a verla. Nunca dejaré de amarla.
-Me
duele cuando te hacen daño.
Te siento mío. Es así; creo que eres mío, que sólo eres para mí.
Ya sé que no es así. Pero a ti no te desagrada que lo sienta. Estoy
en París por un par de días y de negocios y de rumbas. Pero no me
resistí a la tentación de llamarte y de ir a verte. Necesito verte,
porque contigo me siento segura y bien. No te rías que es cierto. No
todo es dinero, lo más importante es afecto, amor. Y yo lo sigo
sintiendo sólo contigo. Me estoy declarando de nuevo. Lo siento.
Pero no lo siento. Voy a verte y charlaremos de lo divino y humano
que ha pasado en nuestras vidas desde la última vez.
Sigue
nevando afuera y hace frío. El que se inventó la calefacción sabía
qué es lo que necesitamos cuando el alma está triste. Decir el alma
me causa gracia. Cuántos términos religiosos usamos en nuestro
lenguaje diario. El catolicismo impregna nuestras vidas. Creyentes,
agnósticos y ateos, todos estamos determinados por la religión. Lo
cual no implica que seamos creyentes. Supongo que la pregunta exacta
que se deben hacer los creyentes es si dios cree en ellos. Y lo dudo.
- No
quiero que te sientas triste o dudes de ti. Sabes que eres
maravilloso. De ti lo que más me gustaba era esa manera tan extraña,
divertida y sincera de enfrentar la vida, los reveses y las derrotas.
Para ti la vida siempre parecía sonreír con especial generosidad.
No le tenías miedo ni siquiera al éxito. Me estoy burlando de ti.
No mires así. Ya sé la cara que estás poniendo. Sabes lo que
quiero decir.
Quieres
decir que desde lejos notas que estoy mal y vulnerable. Me siento más
chiquito de lo que soy. Nunca me ha gustado que los demás se apiaden
de mí. Detesto mostrarme vulnerable frente a los otros. Pero bueno
contigo todo es diferente. Eres un ancla que me ata a la realidad y
al afecto. Eres mi amor.
Leo
ese poema de Jorge Guillén que dice:
„Este
volver a empezar
cada
jornada sin ti,
esta
sensación de mar
que
navego y ya perdí...“
y
así me siento en este momento en que no sé por qué me está
dejando, se va olvidando de mí. Sus palabras lo niegan pero los
hechos lo confirman. No me refiero a Laura, pienso en ella, en ese
amor de hoy que parece casi ayer.
-No
me gustan tus silencios. Amo tu risa fuerte, contagiosa y ruidosa de
cuando estás bien. ¿Recuerdas
cuando en San Andrés le dimos la vuelta a la isla a pie? En San Luis
nos sentamos en un restaurante local y comimos la mejor langosta que
haya probado. Si mal no recuerdo lo mejor fue el momento que juntos
vivimos. Fue perfecto. Hablamos poco. Dejamos que nuestras miradas y
manos hablaran por nosotros. Nunca te sentí tan cerca.
Lo
recuerdo y sí, nunca me sentí tan cerca a ti. Pero también
recuerdo que al final del viaje te fuiste del país y en veinte años
no nos volvimos a ver. Ni una carta, ni una llamada, nada. Sólo el
más doloroso y duro silencio. Y ahora me pasa algo similar. Cada vez
se asemeja más a ese abandono. Ella no me ha abandonado, pero lo
hará. Lo sé. Los hechos están ahí. Lo malo o lo bueno de la
vejez es que no nos permite ilusionarnos. La vejez no engaña.
Amar sin medida y de
tanto amar, agonizar y no morir nunca. Esa es la tragedia de quienes
amándose ya tienen otra vida: encontrar el gran amor cuando ya
otros han echado raíces en su corazón.
No
ha dejado de nevar en Bonn. La voz con ese ligero y adorable acento
extranjero de Laura sigue sonando en mis oídos. Después de tantos
amores, de tanto tiempo, de tantos olvidos y horas perdidas, ella
sigue siendo lo más parecido a una amiga. Pero la amo demasiado para ser sólo mi amiga.
Te leo , sigilosamente , por la claridad de tu tinta .
ResponderEliminar:)
ResponderEliminarHermosa las letras
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