martes, 28 de febrero de 2012

Con que tranquilidad se toma la vida mis afanes.





Yo que dejé que el amor lloviera sobre mí, que he esperado el amor toda una vida, que no me hago ya ilusiones ni de la tristeza, regreso una y otra vez a la niñez en busca de ese lugar seguro que eran los brazos de mamá. Pero ella está tan cerca de las montañas que tanto queremos y yo tan lejos que sólo me queda pedalear cada noche hasta perderme en las estrellas.

Ellas ya sé que no podrán cumplir mis sueños y tendré que irme solo con la vida. No he hecho otra cosa que andar solo por el mundo entreteniendo el miedo con cuentos y poemas. Mi vida es el de un caminante errante, abandonado por ellas, que no quería otra cosa que ser de ellas.

No logré que el amor creyera en mí, que se quedara por mucho tiempo conmigo, Siempre estaba de afán. Ahora que ya voy llegando al destino de los que nunca supimos entender la vida, dejo una vez más que la ausencia de ellas llueva sobre mí y me devuelvan quizá alguno de los sueños que con ellas viví.

La vida tiene frío y quiere irse a dormir. Me temo que de su sueño ya nunca despertaré.

viernes, 24 de febrero de 2012

La maestra de Kinder








Tante Lucía


Con ella llegaron las primeras mariposas a mi vida, descubrí la valentía de los tímidos cuando está de por medio el amor. Sentí que ella era la vida. Se llamaba Tante Lucía y era mi maestra de kinder. Ella fue lo único por lo que valió la pena ir al colegio.

No sé si ella supo de ese amor secreto que era mi sentir por ella. Creo recordar que sólo quería estar a su lado, que me hablara, que me mirara.

Pero nunca le dije que la amaba. Salvo que ella leyera la mirada mía cuando callaba de amor, nunca sintió lo que yo viví por ella.

Ella fue mi primer amor y mi primera vez que no supe si era amado. De las mujeres que nunca supe si me amaban sólo puedo decir maravillas. Porque sin ellas, sin la incertidumbre de no saber si sería suyo, no hubiera entendido la generosidad del amor de las que en un momento de debilidad o de iluminación me han amado.

Las dos, las que me han amado y las que no, me han dejado caminar a su lado, aprender de su vida, me han dado su conocimiento, su sensibilidad, su respeto, su mano cuando la he necesitado.

El amor me da la vida. Las mujeres me han dado lo mejor de mí: su amor, la poesía que llevan en su espíritu. Y las que me han amado, ellas lo han sido todo para mí: el cielo, la lluvia, los días de sol, el verano, la eternidad. Ellas me han hecho saber para qué es la vida: para amar y ser amado.

Pero siempre hay alguien, la única que no sé si me amó como yo la adoraba,  y siento después de haber conocido el amor verdadero y de tanto tiempo transcurrido, que era la única que debió saber de mi amor cuando yo tenía cuatro años.



Nota: yo soy el segundo de derecha a izquierda en la fila de atrás. Foto en el Colegio Andino, el colegio alemán de Bogotá. Y ella es Tante Lucía, mi primer amor.

lunes, 6 de febrero de 2012

Mi abuelo y yo








Mi abuelo y yo nos adorábamos. En mis recuerdos voy cogido de su mano caminando; o estoy en sus rodillas oyéndolo contar historias de nuestra familia; o estoy sentado a su lado viendo una película de televisión que se llamaba “Combate” sobre un grupo de soldados americanos en la Segunda Guerra Mundial. Nos encantaba estar juntos. Mi abuelo era bello, era generoso, era alegre y sobre todo tierno. De él y a través de mamá heredé el poder ser tierno con las personas.

Uno de los recuerdos que jamás olvidaré es cuando me explicó qué era ser liberal. Era de noche, íbamos en una camioneta Chevrolet verde que tenía papá y ellos dos iban hablando de política: de godos y liberales. Yo los escuchaba absorto. De niño escuchaba todo y nada se me olvidaba. Era una esponja de información. No tenía criterios, sólo absorbía todo lo que oía, veía, sentía y preguntaba y preguntaba hasta el infinito. Mis padres y mis abuelos siempre tuvieron tiempo y ganas para contestar cada una de mis preguntas. Así que al oírlos le pregunté a mi abuelo qué éramos, me dijo que éramos liberales. Entonces volví a preguntar qué era ser liberal y él me dijo que eran los buenos. Y yo insistí en saber por qué eran los buenos y él mirándome con sus ojos azules y una sonrisa en su boca me respondió que ser liberal era estar a favor de los pobres y de los indefensos y por eso éramos buenos. Desde ese día, siempre estoy a favor de los pobres y los indefensos. Esto me ha valido muchos problemas, pero no me importa demasiado.

Yo era el más amado de mi abuelo. Y él para mí era el más amado. Él era todo para mí, aunque en ese momento no era consciente de su importancia en mi vida. El primer día de colegio, él me estaba esperando para recibirme del bus y el bus no paró. Me devolvieron al colegio y yo tenía mucho miedo y angustia. El tiempo en la portería del colegio me pareció una eternidad. Hasta que apareció mi abuelo con mamá detrás y me alzó en sus brazos y me besaron y reían contentos. Yo también estaba aliviado y feliz de verlos.

Mi abuelo y mamá eran muy parecidos en su manera de ser. Alegres y siempre disfrutando de las pequeñas y grandes cosas de la vida. Ambos eran tiernos y generosos, muy generosos. Tuve la suerte de ser amado por muchas personas en la niñez. Ellos dos son mis más cercanas semejanzas emocionales.

Mi abuelo murió cuando yo tenía once años, un sábado en que tenía colegio. Uno de los días más tristes de mi vida. Al regresar del colegio, las tías de papá nos estaban esperando a mi hermana y a mí. Nos llevaron a la casa de ellas en La Candelaria. Una casa enorme con cantidad de cuartos y recovecos. Mis tías eran en realidad dos tías de papá y su hermana. Ellas también nos consentían muchísimo. Recuerdo que el domingo temprano me desperté y lo primero que hice fue coger El Tiempo y mirar la página de sociales para ver si salía algo de mi abuelo. Sí, ahí estaba la foto de mi abuelo y decía que había muerto. La garganta se me secó. No hablé hasta llegar a la casa. Subí al cuarto de mis papás y me abracé a papá, quien me estrechó con fuerza contra su pecho mientras me acariciaba. Lloré la tristeza más infinita que haya sentido, pero al mismo tiempo en brazos de papá supe ya para siempre lo mucho que papá me quería.

Años después, supe que mi abuelo había sido golpeado en un pueblo conservador de tal forma que jamás pudo volver a trabajar y que mi abuelo paterno había sido asesinado por los godos en una de sus fincas. Que mi abuelo no volviera a trabajar dejó en la ruina a la familia de mamá. Los cuadros de los antepasados y de la herencia de la familia terminaron vendidos al Museo Nacional y al Museo del Florero. Mi abuela tuvo que trabajar cosiendo ropa y mamá a los quince años trabajó como telefonista en el consultorio de un tío. De la familia quedaron los albúmenes de fotos, las anécdotas, cierta amargura por la pérdida de posición económica y la ternura maravillosa de mi abuelo.

Por mucho tiempo no podía pensar ni hablar de mi abuelo sin que tuviera que llorar. Sin embargo, en mi familia nadie siente rencor por los godos. Pero por ello rechazo todo tipo de violencia y atropello viniera de donde viniere.

Ahora cuando estoy al lado de mamá charlando sobre cualquier tema y entre los dos se crea una intimidad profunda, siento que de alguna manera inexplicable también mi abuelo está con nosotros.

viernes, 3 de febrero de 2012

El viaje de la vida



Durante el viaje de la vida, 
de los descubrimientos y del amor,
la derrota fue la única compañera leal
y con ella bailé y dormí
en noches en que nadie más estuvo a mi lado
hasta que de nuevo me levanté a enfrentar la vida
y si no renuncié a ésta, es porque nadie
al verme vencido dudó de mí.
Con el miedo y el dolor hice buenos amigos
y a ambos los traté con respeto
mientras avanzábamos hombro a hombro
en busca de mi destino.
Hice lo que mejor pude
y, sin embargo, fracasé sin remedio
en casi todo lo que intenté,
aun en el amor que fue abundante
a la hora de caer en brazos de ellas.
Me queda la certeza de haberlo intentado.
A pesar del miedo, del dolor y de mí,
le arranqué a la vida
el derecho a ser parte de ella.

jueves, 2 de febrero de 2012

Declaración de amor













He terminado amando la vida casi tanto como a ti, porque es la única forma que tengo para verte cuando vuelas por mi mente; porque hace posible que a cierta hora de la tarde te voltees a mirarme y me sonrías; porque sólo si vivo siento como el aire besa mi piel cuando me rozas; porque sólo vivo conozco los lugares que recorres y donde dejas abandonados pensamientos que a veces, eso quiero creer, también son para mí; porque al amanecer puedo oír tu respiración al otro lado del mundo mientras soñamos; porque la vida es la única manera que conozco de verte aunque no te vea, de quererte aunque no quieras; porque sólo si vivo, pueden mis poemas recorrer tu piel una y otra vez y volverse beso y caricia.
En fin, que amo la vida casi tanto como a ti, porque tú amas la vida casi tanto como a mí.