domingo, 24 de abril de 2011

Verona y el amor

Estoy sentado observando como la primavera se sube a cada rama de los árboles y mientras las besa va dejando un montón de capullos de futuras hojas. También me miro y veo como el otoño de la vida se ha posado en mí. Me absorbe y me transforma. A pesar de mí, soy un constante cambio: voy dejando yos atrás que nunca han de volver.

"No nos matamos por el amor de una mujer- escribe, poco antes de suicidarse- nos matamos porque un amor, cualquier amor, nos revela en nuestra desnudez, miseria, indefensión, nada"
Cesare Pavese nunca tuvo suerte con las mujeres. Se la pasó amando, fracasando, odiando y derrotándose ante ellas. Su vida y obra muestran el lado trágico de la vida. Su último amor, Constance Dowling, actriz americana, pasará a la historia de la literatura, pues es a ella a quien Pavese dedicó su poema más famoso y bello. Poema que fue encontrado junto a él después de haberse suicidado en Turín el 27 de agosto de 1950.

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
esta muerte que nos acompaña
de la mañana a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un vicio absurdo. Tus ojos
serán una palabra vana,
un grito acallado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando te inclinas sola ante el espejo.
Oh querida esperanza
también nosotros aquel día
sabremos que eres la vida y eres la nada!

La muerte tiene una mirada para todos.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
será como abandonar un vicio,
como ver que emerge de nuevo
un rostro muerto en el espejo,
como escuchar un labio cerrado.
Descenderemos, mudos, al abismo.


Verrà la morte e avrà i tuoi ochi.
questa morte che ci accompagna
dal matino alla sera, insonne,
sorda, come un vecchio rimorso
o un vizio assurdo. I tuoi occhi
saranno una vana parola,
un grido taciuto, un silenzio.
Così li vedi ogni matina
quando su te sola ti pieghi
nello specchio. O cara speranza,
quel giorno sapremo anche noi
che sei la vita e sei il nulla.
Per tutti la morte ha uno sguardo.
Verrà la morte e avrà i tuoi ochi.
Sarà come smettere un vizio,
come vedere nello specchio
riemergere un viso morto,
come ascoltare un labbro chiuso.
Scenderemo nel gorgo muti.

No puedo dejar de pensar en que la vida nos da cosas bellas aun en los momentos más trágicos y tristes de ella. Lo que para Pavese era su fin, para la literatura y la humanidad es un poema único por su belleza y hondura. En la vida lo bueno y lo malo llevan en su esencia, más que su propia realidad, la poesía que nos hace posible soportar lo imposible. Intuyo que la poesía no es otra cosa que nuestra capacidad de ver e intuir más allá de lo obvio.
Me desperezo y cambio de posición en la silla. La tarde se va perdiendo en el horizonte y la oscuridad se asoma a la ventana. Hay paz en mi vida. Sé que estoy cambiando, pero no sé bien qué está dejando de ser en mí. Al fondo Bach me envuelve con el sonido casi humano del chelo en su preludio de la Suite No. 1. Este estar en mí y el universo debe ser lo que algunos llaman el nirvana. Un paso para mí anterior al no ser. Me siento bien, silencioso, tranquilo, único.
Pero mi vida no estaría completa sin Laura. Así que de repente, sin previo aviso, a quemarropa suena el teléfono en el momento en que la oscuridad de un mordisco se vuelve noche y se va a dormir. Dios, qué horas para llamar, pienso. Mi mente no da muchas vueltas y sé que Laura es la única que puede llamar de pronto para hacerme una propuesta loca.
Así es. Laura privada de la risa me dice que está en Verona por un par de días en la quinta de unos amigos en el valle donde están los famosos vinos de Valpoliccella; que ya compró el tiquete de avión y que debo estar en el aeropuerto de Colonia a las siete de la mañana del viernes para tomar el avión de Germanwings. No alcanzo a decir nada cuando ya ha colgado después de decirme que me espera en el aeropuerto Villafranca de Verona. Mi cabeza da vueltas: Verona con su Arena, donde en el verano se oye la ópera de Nabucco y su famoso coro de los Prisioneros. Verdi compuso esta ópera para llamar a la unidad de Italia haciendo la alegoría del pueblo judío durante su cautiverio en Babilonia; con ese pequeño equipo Chievo Verona que por una vez ganó el título de la liga italiana; la ciudad de Romeo y Julieta; una de las ciudades más ricas de Italia y la ciudad donde me espera Laura.
No tengo tiempo que perder, voy a hacer las maletas.

Fue un viernes largo. Desde el amanecer hasta bien entrada la madrugada del sábado estuve en constante movimiento. Sin pausa, sin reposo y con ganas de más, sobretodo, de más Laura.
Al amanecer, con la ciudad todavía a oscuras, tomé el bus hasta el Hauptbahnhof de Bonn. Allí cogí el bus que me llevó al aeropuerto de Köln-Bonn. Germanwings tiene su base principal acá. Esta empresa es de la Lufthansa y compite en el segmento de las aerolíneas baratas. En realidad no son tan baratas al terminar uno de pagar un sin fin de arandelas. El vuelo va lleno y llegamos a Villafranca, el aeropuerto de Verona, a la hora programada. Laura está esperándome a la salida. Está vestida de los pies a la cabeza de negro con un foulard verde fuerte que hace resaltar aún más sus maravillosos ojos. Su sonrisa es única y la manera en que detiene su mirada en medio de mí y me acoge es como llegar al cielo. Esa mirada tiene tanto de mí que por momentos siento que en ella va mi vida entera. Nos abrazamos con fuerza como si tuviéramos susto de no ser reales. Me coge de la mano. ¡Qué placer!. Esas manos que hablan por los dos. Por momentos ella recuesta su cabeza en mi hombro. Sonrío y le beso la cabeza con ternura.
Nos subimos a un monstruo de BMW X6 de color blanco. Están tratando de imponer este color en el muy conservador mercado alemán con relativo éxito, pues la mayoría de los carros en Alemania son negros, plateados o azules oscuros. Le pregunto a Laura que qué tipo de monstruo es este auto: ¿si carro o camioneta o qué carajo es eso? En todo caso, por dentro se siente uno como un rey. Ella sólo se ríe y me responde que qué importa si total soy el único hombre que conoce que no le importan los carros. Y tiene razón. Mientras me lleven de un lado a otro y se vean bonitos y los pueda pagar, es lo que me interesa. Tomamos la A 22 y en media hora estamos frente a la entrada de una antigua casa rodeada de viñedos. Espectacular. Laura me cuenta que se llama Villa Aurelia pues Marco Aurelio ya la habitó en época de los romanos. Cátulo solía pasar algunas temporadas en ella. Quizá escribió alguno de sus famosos poemas en esta villa que me espera. La villa pertenece ahora a unos ricos industriales de Verona, de cuyo nombre no debo acordarme.
Apenas tengo tiempo de dejar mis cosas en una habitación espaciosa y luminosa, a pesar del día que está un poco encapotado, ducharme y cambiarme de ropa, cuando Laura ya está en la puerta recostada contra el marco. No sé si hace un rato me está observando o acaba de llegar. Viene por mi para que nos vayamos a turistear la ciudad.
Me encanta ver a Laura manejando. Puedo mirarla a gusto. Memorizarla mientras ella está atenta al camino. De ella me gusta todo: su pelo del color de las avellanas, sus ojos verdes que saben derretirme en una mirada, sus manos que toman las mías y me dicen te quiero, su cuello por el que mis besos suspiran y su cuerpo maravilloso. La adoro. Me dice que mire el paisaje que es único y le respondo que eso hago y que sí, que ella es única. Se voltea y detiene sus ojos en los míos, y sonríe. Estoy enamorado de ella, y lo sabe. Se sabe de memoria lo que siento aún antes de que lo piense. Laura es el amor de mi vida.
Verona está a orillas del Adige, que baja de los Alpes y se pierde hacía la llanura del Po, donde desemboca en el Adriático. La ciudad tiene mucho de una fortaleza militar. Por su posición geográfica era vital para el comercio y lugar estratégico de las luchas entre la república de Venecia y la otrora poderosa Austria al norte. La ciudad sobresale por su cantidad de palacios, plazas, iglesias, puertas y museos. Ni hablar de la casa de Julieta, donde todos los ingenuos( perdón, enamorados) de este mundo van a limpiarle la teta a Julieta. Nos recorrimos la ciudad a pie y pasamos por todo lo importante y también por las calles anónimas donde viven los veroneses de carne y hueso.
Ya en la noche, al fin nos paramos a descansar y tomarnos algo en uno de los cafés de la ciudad. No recuerdo ni el nombre, pues estaba muerto de caminar y sólo quería sentarme, beber un gran vaso de agua y nada más. Una vez más pienso que debo comer menos y moverme más. Estoy rendido y Laura ni se ha mosqueado. Supongo que paró más por consideración a mi pésimo estado físico que al suyo que está en excelentes condiciones. Pido un vaso de agua y ella un vino tinto. Me coge la mano y calla. Disfrutamos el silencio entre los dos y el rumor de las conversaciones ajenas. Respiro profundo esta atmósfera única de la ciudad. Un grupo de estudiantes, vestidos a la usanza de la Edad Media, se ha parado frente al café y han empezado a actuar. Laura se levanta y me arrastra afuera para verlos y oírlos.
Están recitando el diálogo entre Faetón y Valentín de “Los dos hidalgos de Verona” de Shakespeare. Llegamos en el momento en que comienza Valentín a decir:
Y ¿por qué no la muerte antes que tan atroces sufrimientos? Matarme es separarme de mí mismo; y Silvia es mi persona. Desterrarme de su lado es arrancarme de mí mismo... ¡Horrible destierro! ¡Qué luz es luz si no veo a Silvia! ¿Qué placer es placer si Silvia no está a mi lado, a no ser que sueñe que está allí presente y que la imagen de la perfección venga a ser alimento de mi vida? Si de noche no estoy cerca de Silvia no tiene armonía el ruiseñor. Si de día no contemplo a Silvia es todo sombras y el caos para mí. Ella es mi esencia. ¡Yo no puedo vivir sin ser nutrido, iluminado, protegido, sostenido en la vida por su influencia bienhechora! ¿Qué es la sentencia de muerte? Sustraerme a ella no es escapar de ella. Si me quedo, muero. Pero ¿y si me alejo? ¡Me separo de mi propia vida!”
Al finalizar el diálogo, Laura se abraza a mí con fuerza. Está llorando y yo tengo un nudo en la garganta. Por un instante hemos sentido el dolor profundo del amor de los que aman imposibles. Estamos abrazados en una calle perdida de Verona, emocionados y detenidos en la eternidad de nuestro destino. Laura sigue abrazada a mí y yo le beso con ternura el pelo.